miércoles, 30 de marzo de 2011

Ruta "casi turistica" por Sierra Espuña, zona de Aledo


Grupo en Aledo
El comienzo...
...el final


Y aquí estamos a finales de marzo para hacer una ruta casi turística que nos llevará; primero al paraje de la Algualeja, después a la rambla del Molino, con unas magnificas vistas de la fortaleza de Aledo. Nos esforzaremos en el camino del Mortí y en la subida al Morrón Largo y nos dejaremos caer hasta el restaurante para dar cuenta del cordero.

Para más información y fotos...

Mariano Vicente, finales de marzo de 2011

domingo, 27 de marzo de 2011

Prohibido prohibir

Vaya por delante que uno no es valedor de este grito que la juventud de mayo del 68 enarbolo como lema.

La sociedad; para su correcto funcionamiento necesita de normas que sean asumidas por todos sus miembros, basadas en el interés general y en el respeto a los intereses de cada uno de sus miembros.

Dice Sabater:
“Prohibido prohibir” fue uno de los lemas del ahora denostado Mayo del 68 y acepto desde luego que, tomado literalmente, se trata de una peligrosa exageración. Pero entiendo que su verdadero significado era: “prohibidos los inquisidores que quieren salvarnos de lo que somos, por nuestro bien”.

Algunas veces se tiende, por parte de la administración, a la solución de un conflicto de intereses con la publicación de una norma restringiendo o prohibiendo una determinada actividad, argumentando el interés general o la defensa de la Naturaleza.
Esto es sencillo, lo difícil, es conjugar los intereses presentes en el conflicto de tal manera que todos los colectivos implicados salgan beneficiados.

Viene esto a cuento por la noticia publicada en el diario La Verdad el miércoles, 23 de marzo de 2011 titulado: “Frenazo al ciclismo extremo en El Valleen el que se hace referencia a la prohibición de circulación de bicicletas por senderos y caminos de anchura inferior al metro y medio. Norma dictada por la Comunidad Autónoma para todos los Espacios Naturales de la Región de Murcia.

La industria de la bicicleta supo intuir hacia donde se decantaban los deseos de la sociedad, naciendo así el MTB. Actividad que se fue especializando en diversas modalidades. Pero en esencia, las denominadas bicicletas de montaña, como su nombre indica, son para la montaña. Están dotadas de sofisticadas suspensiones, potentes frenos de disco y elevada tecnología. ¿Para qué? Supongo que para circular por terrenos algo más complicados que carreteras y pistas, la mayoría de las veces abiertas al tráfico, como es el caso del Valle.

Se alude en el artículo al posible deterioro que los ciclistas provocan en la naturaleza con su actividad, como una de las razones principales para prohibir su uso, olvidando en ocasiones los beneficios que para la sociedad conlleva la práctica de esta actividad.

Se habla de la utilización de los cortafuegos para algunas de las modalidades de mtb y yo me pregunto cuál es el problema.

La RAE lo define como: Vereda ancha que se deja en los sembrados y montes para que no se propaguen los incendios. Se hacen con maquinaría pesada, que se ha tenido que llevar hasta allí abriendo nuevos caminos y desforestando el bosque. Se tienden líneas de alta tensión y se ensanchan caminos para facilitar el acceso a los medios contra incendios. Porque no aprovechar todo esto y acondicionar estos espacios para la práctica del mtb en sus modalidades más extremas, obteniendo un balance favorable para la sociedad.

¿Porqué prohibir? Acondicionemos estos espacios, actuemos sobre los puntos más sensibles a la degradación, fomentemos así el uso del mtb responsable, generemos riqueza y conocimiento del entorno. Distemos después, si son necesarias, normas que lo regulen en los que se salvaguarden los intereses de todos los colectivos implicados.

Igual solo nos falta recuperar el significado de vocablos, hoy en desuso, como educación, en su espectro más amplio, o el de respeto. 

El problema no es prohibir. El problema es lo que se prohíbe y porqué.

Mariano Vicente de Haro, marzo 2011.

miércoles, 16 de marzo de 2011

La Benemérita y yo.

Junto a la pared del instituto se amontonaban las bicicletas a centenares.

Alcantarilla, finales de la década de los sesenta.
Época en la que las bicicletas llevaban matrícula; chapita troquelada con un numero que se sujetaba con un precinto de plomo al cuadro, y que se renovaba cada año y que normalmente nuestros padres se ocupaban de solucionar.

La policía local y la guardia civil, en ocasiones, hacían “redadas” a la salida del instituto para comprobar que todos llevábamos la chapita, no tenerla llevaba aparejada la correspondiente sanción.
El problema era, que en el instituto, los accesorios de las bicicletas cambiaban de dueño demasiado a menudo. Al salir de clase era fácil echar de menos alguno de ellos, incluida la famosa chapita. Normalmente a los pocos días eran sustituidos por otros tomados prestados de los muchos que había junto  aquella pared. Con suerte no te tocaba a ti en una temporada.

Hacía unos días que me faltaba la chapita, lo que me obligaba a echar por el camino de los Arcos a la salida del instituto. Me venía mejor ir por la vía, pues vivía junto al campamento de los paracaidistas en la carretera de las Torres de Cotillas, pero justo en el paso a nivel solía ponerse la Benemérita. Dejaban sus imponentes Sanglas bajo el puente y allí nos esperaban agazapados.

Marchaba yo abstraído con mis cosas cuando de pronto los vi. Estaban al otro lado de la rambla, con las motos aparcadas junto al camino, ocultos tras las cañas, solo Los Arcos nos separaban. Sin pensarlo me lance rambla arriba, esperaba pasar desapercibido pero pronto comprendí mi error. El sonido bronco y profundo de las Sanglas trono a mí espalda.

El pánico se apodera de mí, no sé qué hacer, si me paro se me va a caer el pelo y si no, también.
Pedaleaba como un poseso rambla arriba, pero cada vez los tenía más cerca, aquello no podía durar demasiado.
El corazón a mil y el celebro a cero, totalmente en blanco, pero si no salía de la rambla me cogerían antes del puente de la vía. Así, que sin pensarlo, me interne a través de los bancales de limoneros en dirección al pueblo hasta que la providencia me vino a buscar en forma de bancal recién regado. 
Y allí se quedaron, con sus motos y sus botas hundidas en el barro. No mire atrás, el sonido de las Sanglas se había apagado y solo quedaba el retumbar de mi corazón en el pecho.

Durante mucho tiempo estuve haciendo recorridos inverosímiles para regresar a casa. Creo que el susto no se me pasó hasta las vacaciones de verano.

P.D.: Algunos de mis compañeros de aquella época, hoy amigos míos, sirven en este cuerpo. Al igual que otros más recientes de los que tengo el honor de considerarme su amigo. Ni los tiempos, ni las circunstancias son las mismas, todo ha cambiado, También nosotros.

Mariano Vicente, marzo de 2011

lunes, 14 de marzo de 2011

Crónica de la Transmurciana, tramo Totana a Lorca (E 04)


Un día de otoño cualquiera. El ciclista se encuentra en el andén, junto al tren del que acaba de bajar. Es alto y grueso, de tez pálida y barba entrecana; la nariz aguileña y la frente despejada, por su aspecto se diría que ha superado los cincuenta.

Monta en su bicicleta y se dirige al centro; junto al ayuntamiento se detiene y hace algunas fotos. A la izquierda se encuentra la iglesia de Santiago, justo al frente el edificio del ayuntamiento y, a la derecha, una hermosa plaza con terrazas repletas de jóvenes madres que acaban de deshacerse de sus retoños a la puerta del colegio. Se sienta y pide el desayuno al camarero.

Sobre la mesa; un café humeante y una tostada con aceite, antes de empezar a desayunar manipula el GPS hasta seleccionar la ruta a seguir: de Totana por Aledo hasta Lorca. Ruta planteada por nuestro amigo Jesús Rueda para el proyecto Transmurciana.

Abandona la población por un camino asfaltado en el que cada vez escasean más las viviendas. El tiempo es sereno, los campos muestran un aspecto delicado sin los rigores del verano. Huele a otoño. A un lado del camino las enredaderas desparraman sus flores rojas, al otro, altas parras sostienen pálidos racimos de uvas.

El camino se torna solitario, sereno, desde algún lugar llega el rumor sordo de un tractor, los ladridos de un perro llegan amortiguados por la lejanía. De pronto un pinchazo. No hay problema.

Cambia el viajero la cámara. La maldita bomba no funciona. Bombea como un poseso sin conseguir meter nada de aire a la rueda. La bomba no responde. La desmonta y  echa un buen salivazo a la zapata. Nada.

Llegan unos paisanos y les pide ayuda, le ofrecen el milagroso tres en uno. Pero nada. Le sugieren que espere, que va a venir una hormigonera y quizás pueda ayudar. Esperan. Cuando llega, desmonta de nuevo la bomba y le echa dentro un buen pegote de grasa, negra y pringosa. Bombea con entusiasmo pero la maldita bomba sigue sin funcionar.

El viajero está un poco arto y decide abandonar. Da las gracias y regresa por donde ha venido, esta vez andando. Pasa el tiempo y llega a la altura de un contenedor junto al camino; tira en él la bomba, la cámara, y está a punto de tirar hasta la bicicleta, pero se reprime y sigue caminando.

Pasa junto a una casa en la que hay varias personas en el porche. Piensa que quizás tengan una bomba que funcione. Pregunta y tiene suerte; un muchacho, también ciclista, dispone de lo necesario y dan aire a la rueda sin más problemas. El viajero está de enhorabuena, podrá regresar sobre la bicicleta y no andando junto a ella.

Llevaba años sin pinchar, la bomba sin usar y para una vez que la necesita no logra hacerla funcionar. La solución, pasar por la tienda y comprar una nueva. Hoy ya no hará el recorrido propuesto y lo deja pendiente para otro día.


Esta de nuevo el viajero en el mismo lugar donde pincho la vez anterior. El día es nuboso, ventoso y frío. Ya no cuelgan los racimos de las parras, pero el romero esta en flor igual que en otoño, en cambio el tiempo es más desapacible.

La pista asciende junto a la rambla de los Molinos con unas vistas de Aledo que bien merecen el esfuerzo. Bonita rambla ésta con sus múltiples molinos.
Se dirige ahora el viajero al Oeste, entre campos de labor hacia el paraje de los Allozos, dejando Sierra Espuña a su espalda. Lleva la vista puesta en las lejanas sierras de Lorca y más allá aún, en las de María y los Vélez. Al norte las sierras del Madroño, Pedro Ponce y Cambrón. Más lejos las de Lavia y el Burete. La Tercia al Sur.
Paraje solitario y frío, cómodo para la bicicleta. Ya se insinúa el descenso hacia el valle del Guadalentín. Esparto y campos de labor dominan el paisaje, algún pino solitario pone la nota discordante.

Se suceden casas de labor abandonadas y alguna cantera, aumenta el tráfico pesado, Lorca aparece al fondo. Cruza el viajero la carretera de Caravaca para entrar en un desolador paraje; las minas abandonadas de azufre.

Baja el viajero ahora paralelo a la Serrata en dirección al cauce del Guadalentín. Ya en el río, toma cauce abajo, hacia el barrio de San Cristóbal y San Diego. Ya es hora de que regrese a su casa, pero como no llega a tiempo de coger el tren, no le queda más remedio que amenizar la espera con un buen bocadillo de salchicha y unas cervezas bien frías, más que nada para llevar una buena hidratación.

Murcia, ocho de marzo de 2011, mi cumpleaños y día de la mujer. 

martes, 8 de marzo de 2011

Del Arco de Aledo a la Carrasca y Collado Bermejo con bajada por la senda del Lentisco hasta las Alquerías.

Sierra de Espuña, sábado 22 de enero 2011

Ruta en Sierra Espuña, con salida en el Arco de Aledo, o de Totana, para los más suspicaces.


Con esta ruta recorreremos la zona del espectacular barranco de Enmedio y al de la Carrasca.

Nos aproximaremos a estos barrancos siguiendo una canaleta de riego, que hará más interesante la aproximación. Seguiremos hasta la casa forestal de la Carrasca y el Collado Bermejo.

Descenderemos por una espectacular senda hasta el Collado Pilón, para regresar por la senda del Lentisco hasta la casa de las Alquerías y el Arco de Aledo.