jueves, 25 de agosto de 2016

El Veleta y yo 1


Septiembre se presenta complicado. Al principio todo era un camino de rosas, La Otero, La Retrovisor, Unibike y como colofón; El Veleta. Estos eran mis proyectos para septiembre, completo y difícil de conjugar con el trabajo, pero con muchas posibilidades de éxito. Todo marchaba bien, todo según lo previsto, hasta que la desgracia se cebo conmigo en forma de lumbalgia. Desde finales de julio ando padeciéndola, pero esta última semana ha sido horroroso. Totalmente inutilizado para casi todo, en especial para la bici. Unos pinchazos, pastillas a mogollón y a esperar una pronta mejora que me permita recuperarme y poder cumplir mis objetivos, aunque será difícil, he perdido el 100% de la forma física y solo quedan unos días. La Otero queda casi descartada, pero con la Retrovisor tengo un compromiso ineludible, iré aunque solo sea para hacer acto de presencia y no defraudar a los amigos. Queda el Veleta. 



Mi vieja Conor está casi lista, la he recuperado después de años de abandono. Aquella que me acompañó en mis primeros viajes iniciáticos en el mundo de las rutas con alforjas; rueda de nuevo. Necesitábamos para el estreno un reto importante, pero que no supusiera demasiados días ni una intendencia complicada. Granada está relativamente cerca y el Veleta junto a ella; se convierten así en un magnifico objetivo. Septiembre es el mejor momento, época en la que el tiempo es aún benévolo, 3.000 metros de altura no son ninguna broma.

Ya está casi lista, se ha transformado en una especie de Frankenstein, con viejos retales que me han proporcionado mis amigos; bielas y platos de Paco Bombas, un RX100 de Shimano triple y medidas de 28, 40 y 50 dientes. Antonio Máximo ha proporcionado el sillín; un precioso Ferrari Desing de Selle Italia aún en buen estado, el manillar y las manetas; unas vetustas, pero que funcionan bastante bien, Shimano Ultegra SC 6500 con su Flight-Deck que a pesar de los años, funciona como el primer día. Montadas por mi y partiendo desde cero -es mi primera vez-, unas ruedas con buje Shimano Deore en la trasera y Tiagra en la delantera. Las llantas son unas Mavic A119 y 36 radios de acero inoxidable a tres cruces. Creo, y no es falsa modestia, que me han quedado perfectas. También le he puesto tija y potencia nuevas. De la vieja Conor solo queda el cuadro, la horquilla y los guardabarros. El cambio es nuevo, un Acera que gestiona un casete de 9 coronas -antes llevaba seis-, con un rango que va del 11 al 32. El Pedalier también es nuevo al igual que el desviador, un Dura-Ace de tres platos. Los frenos que llevaba, unos cantilever de Shimano, los he tenido que sustituir porque los plásticos que soportaban los muelles estaban calcinados por el paso del tiempo y saltaron a la primera de cambio, han sido sustituidos por unos Avid Shorty 4 muy utilizados en ciclo-cros. Creo que ya no queda nada salvo el portaequipajes, que también es nuevo y los pedales, unos viejos Cona que ya veremos si conservo.



Ella está lista, el que no lo está, soy yo. ¡Maldita lumbalgia! Quizá influya superar los sesenta y rondar los cien quilos de peso, tener abandonada la bicicleta desde mediados de junio y estar trabajando todo el verano, pero apenas me puedo subir a la bici y cuando lo hago no ando; si me quedaba alguna forma del Triángulo Santo ha desaparecido. Si quiero subir al Veleta tendré que tomármelo en serio; pero que muy en serio. Lo primero la ruta, ¿por dónde? La mala costumbre de construir las autovías sobre las antiguas nacionales hace que en determinados tramos no haya otra alternativa que el arcén. Y me niego, aunque tenga que andar más kilómetros, buscaré otras opciones. 



La primera jornada entre Lorca y Baza presenta dos posibilidades de recorrido totalmente distintos; el primero, en constante subida desde Lorca, se dirige hacia Vélez Blanco y María para tras pasar por Orce llegar a Baza. El segundo por el sur, hacia Albox; es un poco más corto, apenas unos kilómetros, y tiene algo menos de desnivel, por lo que será posiblemente el elegido, aunque probablemente el tráfico sea peor. Los dos rondan los 150 kilómetros por lo que la distancia no será determinante. La cosa se complica entre Baza y Granada. El recorrido natural es por Guadix, pero lo ocupa la A-92 y alternativas hay pocas. En principio solo he visto una que forma una gran ese; se va hacia el norte por la carretera de Pozo Alcon, para al llegar al embalse del Negratín, girar hacia el sur formando un gran arco que atraviesa la autovía pasado Guadix, para girar de nuevo hacia el oeste, hacia las estribaciones de Sierra Nevada entrando en Granada por el sur. Una variante de esta, y que tiene muchas posibilidades, es la que en Huélago, continua hacia el oeste por la A-308 y entra en Granada por el norte, igual distancia pero con algo más de desnivel.



Para la tercera jornada no hay dudas, seguir desde Granada la A-395 hasta su final junto al Veleta. Casi 50 kilómetros de constante subida que ponen a prueba las fuerzas de cualquiera; y en mi caso hasta la paciencia, pues no tendré más remedio que poner "molinillo" prácticamente desde la salida, lo que se hará muy pesado. Pero los retos es lo que tienen, los haces o no, pero no te puedes quedar a medias tintas. Ya os iré contando cómo se desarrollan las cosas.

Mariano Vicente, agosto de 2016.

domingo, 21 de agosto de 2016

Conor vs Randoneur





Muchas veces en esta vida las cosas surgen porque sí, sin proponérselo. O estaba decidido de antemano por el destino, la cuestión es que uno no sabe porque ocurren ciertas cosas, pero lo cierto es que ocurren. Y esto me ha pasado a mí con mi vieja Conor, de estar llena de polvo en el garaje a estar en la primera línea de mis pensamientos. No sé cómo, pero sin apenas pensarlo he invertido tiempo y dinero en ella, mucho más de lo que en un principio pensé. Entre unas cosas y otras, sin valorar lo que me han regalado los compañeros, me he gastado más de 300 euros y aún no he acabado.




He tratado de justificarlo con la peregrina idea de que me gusta más el manillar de carretera que el de montaña, o de las "malas influencias" de mis amigos cántabros, enamorados de las bicicletas clásicas, los que hayan hecho que volviera la vista atrás, a esa vieja Conor que dormía plácidamente en el garaje. Porque para viajar ya tengo a mi "Negrita" con la que llevo realizando rutas de largo recorrido durante los últimos años, sin un disgusto, sin averías ni problemas. ¿Por qué cambiarla? Si realmente tampoco lo voy a hacer, si no me voy a desprender de ella. Esta vieja Cannondale de aluminio ha compartido conmigo muchas penas y alegrías, muchos kilómetros por toda la geografía peninsular; no la voy a dejar tirada, no.




Mi trastero parece el harén de un viejo sultán. Conviven en armonía bicicletas de montaña y de carretera, viejas y jóvenes, algunas en perfecta forma, otras no tanto, pero todas en uso. Mis amigos piensan que estoy loco, algunos hasta me lo dicen, pero yo creo que no, que los locos son ellos. Ellos son los que se pierden las maravillosas sensaciones que se tienen cuando montas a una u otra, según el día, las necesidades o la apetencia. ¡Oh! incrédulos descreídos, os perdéis gran parte del placer que os puede proporcionar la vida. Allá vosotros.




Hoy por hoy comparto horas y kilómetros; primero con mi Cannodale Sipnapse, que es la que más uso, la más moderna, toda ella de carbono y montada con Campagnolo Record con la que recorro las carreteras de la Región. Le sigue mi "Blanquita", Rush también de Canonndale, de aluminio y doble suspensión, que utilizó para las salidas de montaña. Para la ciudad utilizó una Mongoose, muy parecida a una Fixie, pero con piñón libre y frenos, que uno ya no está para diabluras. Para viajar mi "Negrita", una F500 de Cannondale con la que comparto ya muchos años y ahora tendré que compaginar con mi "nueva" y recién recuperada Conor.




Mi reciente afición a las clásicas ha hecho que comparta mi tiempo con una estilizada y preciosa Vitus 979 y ruedas de tubulares. Otra que comparte mi tiempo es una vieja Pinarello, cuadro que me "cedió" mi amigo Antonio Máximo y que he montado con lo que he podido. Bielas y platos de mi amigo José Andrés, el manillar no sé de quién, las ruedas mías, como el asiento. Pero no acaba aquí la cosa mi "lujuria ciclista" esta llagando a un punto que contagia hasta mi familia. Mi mujer; Pilar, me regaló estas navidades una Orbea Moncayo, ya desahuciada que compro en una feria de antigüedades. Oxidada y llena de mugre no presentaba un aspecto muy apetecible, pero algunos meses después, y unas buenas friegas con el estropajo de alambre le están haciendo recuperar mejor aspecto. Mi hijo, compadecido, me regalo para mi cumpleaños pintar el cuadro, cosa que ha hecho junto con los amigos. Ha quedado perfecta, pero al pobre no sabe lo que se le viene encima. Pero aún hay más, un cuadro Corbetta con buen paso de rueda está esperando su momento para entrar en el serrallo. ¿Porqué no una pionera? 



Mariano Vicente, mediados de agosto de 2016.