viernes, 1 de noviembre de 2013

Un lobo en el carril bici



Nos movemos rápidos, tensos entre la maleza, los cardos laceran nuestras pantorrillas y las ramas golpean con violencia el rostro, apenas vemos unos metros delante nuestro. Algo se cruza en nuestro camino, pasa a unos centímetros de nuestra rueda, el corazón golpea salvajemente en nuestras gargantas y la adrenalina se dispara en nuestro celebro. Se desliza zigzagueante a nuestra derecha. Es un conejo. Notamos como en la boca fluye densa la saliva, se entrecierran los ojos convirtiéndose apenas en un resquicio por los que asoman unos ojos amarillos de pupilas verticales, y notamos como nuestra parte licántropo se adueña de nosotros.

Esto me ocurrió y no os miento, la víspera de Todos los Santos, lo que ahora llaman Halloween los modernos, cuando circulaba por el carril bici de la más que famosa autovía del bancal.
Nos hemos gastado varios cientos de miles de euros en la construcción de esta infraestructura y ahora no nos gastamos unos pocos miles en su mantenimiento. Ya nació condenado, con rampas imposibles y sin una sombra bajo la que refugiarse en una región en la que el sol cae como plomo fundido en verano. Dónde los arrastres de las escorrentías depositas su carga sobre este carril bici que casi nadie usa. Mal diseñado y construido solo para cubrir el expediente, para que el resto del mundo viera lo modernos que somos, que estamos por la bicicleta y la movilidad sostenible y así nos va.

Pero no hay mal que por bien no venga, seamos positivos y aprovechemos esta infraestructura para algo más acorde a su condición; el turismo de aventura y los deportes de riesgo, ahí queda nuestra sugerencia para los responsables del turismo regional.




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