martes, 21 de enero de 2014

Mi primera bicicleta



Cae la tarde, la luz que entra por la ventana apenas ilumina la mesa camilla. Son Reyes; turrón, polvorones, peladilllas, cordiales..., están desordenados en una bandeja sobre la mesa, junta a ella, unas tazas con restos de café, a su lado una estilizada botella de mistela desprende reflejos dorados, la de anís, semeja plata liquida. Alrededor de la mesa, confortadas por el suave calor del brasero, mi madre, de espaldas a la ventana, tiene el rostro en penumbra, a su lado mi hermana y a continuación mi mujer. Charlan las tres mujeres de cosas a las que no presto mucha atención, estoy sentado en una mecedora, en la penumbra, dejando volar la imaginación sobre este año que acaba de comenzar, nuevos proyectos, renovadas ilusiones, nuevas rutas a realizar. 

Mi madre me saca de mi ensimismamiento al pedirme que abra un cajón, -ese de la izquierda, el de arriba-, y le alcance un álbum de fotos. Se lo acerco y regreso a mi rincón, pronto me abstraigo hasta que la conversación llama mi atención.

-Mira qué hermoso, si esta para comérselo –dice mi madre con amor maternal

-¿Este es Mariano? –Pregunta con interés, Pilar, mi mujer

-Que bici más chula –comenta mi hermana

Esta última frase capta mi atención, pero es mi madre la que dijo las palabras que me hicieron levantarme y acercarme intrigado a la mesa: 

-Mariano empezó a montar en bicicleta antes que andar, a la que siguieron los comentarios jocosos de mi hermana y mi mujer. 

-En esta foto no tenía más de siete meses, dijo mi madre

En el álbum, una foto captaba todas las miradas, un niño –hay que reconocer que con una pinta excelente- esta subido a un triciclo y con un aspecto bastante racing- lleva un conjunto de hilo de color blanco, el pelo rubio y rizado, los pies, en unas sandalias también blancas están sobre los pedales y sujeta con firmeza el manillar, como si fuera a iniciar algo importante.   

No recordaba esta foto. Quizá, la primera en que aparezco sobre una bicicleta, quien lo iba a decir, que a este “mengajo”, de apenas siete meses; de mayor, le gustara tanto la bicicleta. La verdad es que han pasado ya demasiados años de esta foto que con toda probabilidad haría mi padre, orgulloso de que su retoño fuera capaz de montar en un triciclo cuando ni siquiera sabía andar.

Al igual que no recordaba la foto, tampoco recuerdo el triciclo, interrogo a mi madre, pero por más datos que me da no logro acordarme. Si recuerdo otras bicicletas; la primera de dos ruedas, con la que aprendí a montar aun niño. Aquella otra, que me regalo mi padre, creo que de segunda mano, para ir al instituto que estaba en el pueblo de al lado y al que íbamos por la orilla de la vía, con la que corría las primeras carreras contra los amigos los domingos después de misa, aquella a la que todos los días le sustraían algún accesorio en el patio del instituto y que yo reponía robándoselo a otras, que a su lado, esperaban que sonara el timbre que marcaba el final de las clases. 

Mariano Vicente, en el mes de enero del año 2014.

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