lunes, 10 de febrero de 2014

Por Ricote y Fuente Caputa


Salida y llegada: Yéchar
Distancia: 42.5 km.
Índice IBP: 87 (MTB)
Tiempo: 5.40 h.
Desnivel +: 943 mts.
Altura mínima: 288 mts.
Altura máxima: 816 mts.

Recorrido:
Ruta circular que desde Yéchar sube a la base de los Almeces y por la solana de la sierra de Ricote nos dirigimos al valle morisco de Ricote, para volver a buscar la solana del Cejo Cortado y por el Canal de Taibilla llegar a Fuente Caputa. Ya solo nos queda regresar por la rambla de Pera hasta Yéchar.

Track: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6120581

Época: Todo el año

Dificultades:
Esta ruta ofrece la dificultad orográfica, con la subida hasta la base de los Almeces, el descenso muy pedregoso de este mismo sendero. Un tramo en Fuente Caputa que hay que hacer andando y el rodar por la rambla de Perea con algunos tramos cerrados de adelfas y piso arenoso.
Atractivos de la ruta:
En general la propia comarca de la Sierra de Ricote, los Llanos de Yéchar y Fuente Caputa; este humedal permanente es considerado como Zona de Especial Protección para las Aves en la que es habitual la presencia de rapaces como el búho real, el águila real, aguilucho, gavilán, halcón peregrino o águila perdicera, también es fácil de contemplar la chova piquirroja o el sisón. La vegetación está conformada en su mayoría por especies características de Ramblas, como adelfas, carrizos o juncos; en las zonas de monte vemos especies como romero, tomillo, sabina negra, esparto, jaras y acebuche y arbóreas como el pino el carrasco.

Participantes: José Luis Rodríguez “el Puma” y un servidor.



Crónica:
Solo quedamos José Luis y yo. Los virus, las lumbalgias, los albañiles, el miedo… y no sé que cosas más, han impedido a los compañeros disfrutar de esta ruta por la sierra de Ricote y Fuente Caputa, salida que podemos considerar de diez por la diversidad de los tramos a utilizar.

La mañana a amenazaba viento, pero la verdad es que cuando comenzamos, sobre las nueve, no se movía ni una hoja y un sol radiante ilumina el paisaje, ofreciendo una majestuosa imagen desde Yéchar. En primer plano, los blancos, ocres y rosas de los Llanos de Yéchar, el verde grisáceo del Cejo Cortado a nuestra izquierda; a la derecha, el lánguido gris de la sierra del Cajal; delante, más oscura, la de la Muela, y al fondo el blanco imponente de los Almeces. 



Detenemos el coche y bajamos las bicis, están relucientes y engrasadas, saben lo que les espera. No podía faltar el Belmonte para entonar el cuerpo y hasta el espíritu. Comenzamos a pedalear entre el caserío, viejas casas de una sola planta, constreñidas por un par de carreteras y los campos de labor. El paisaje; enorme lienzo que un pintor entusiasta ha dibujado de almendros, cubriendo sus ramas de bellas flores, tan apretadas que parecen solo una, en un arcoíris sutil y oloroso que va del blanco al rosa. Suave subida en la que no hay mas sonido que nuestro rodar y el cloqueo de las perdices, el viento aún no ha aparecido aunque se le espera, mientras tanto nosotros nos introducimos entre pinos hacia la casa forestal de la Solana en la zona de Patruena.

 
El camino zigzaguea, indeciso, buscando la solana de los Almeces, cuando alcanza la cuota de los ochocientos metros, gira bruscamente al este buscando el valle morisco de Ricote; camino que parece realizado exprofeso para que podamos contemplar un soberbio paisaje. A los pies de un cerro, un ramillete de puntos blancos se arremolina trepando por la ladera; algunos cipreses, sobresalen sobre sus tejas ocres. Más allá, se intuye una ondula cinta verdosa separando esta paisaje cercano, de aquel otro en el que se difuminan las sierras lejanas.


Logrado el collado de la Mezquita, entre cabezo de Palazón y los Cuernos comenzamos el pedregoso descenso que caracolea hasta alcanzar la cabezera de la rambla de los Cuernos y por su derecha buscar la pista nos llevara de regreso hacia el collado Blanco. Al sur, la sierra del Cajal nos muestra su cara oscura, iluminada como esta, por el sol a su espalda.



Descendemos, desandando parte del camino, buscando la pista del canal del Taibilla, que discurre ondeante bajo el cejo Cortado. Pista de las de antes, cuando aún las cosas se hacían con fundamento; al principio recién acondicionada con zahorra, pero pronto sale a relucir su base, de pequeña piedra fuertemente incrustada, firme, compacta, resistente, que con el paso del tiempo se vuelve incomoda. Yéchar se vislumbra allá abajo, sus ocres tejados se confunden con el ocre de los campos, apenas algún lienzo encalado disipa nuestra duda. La pista, que acompaña al canal, desemboca en la asfaltada Cañada Real de Calasparra, que seguimos hasta el antiguo abrevadero del Capitán en Fuente Caputa, zona de descanso habitual de los ganados trashumantes.



Sucesión de pozas de agua esmeralda a las que rodean carrizos y adelfas, beben las rapaces, las chovas piquirrojas y los sisones. Constreñidos por altas paredes rojizas, el pedalear se hace complicado; echamos pie a tierra y continuamos entre pulidas y escalonadas rocas hacia el esbelto acueducto, que el canal del Taibilla construyo para salvar la rambla, edificando también, una central eléctrica bajo la Majada de las Vacas.



Bajo el canal, tomamos la pista de su margen izquierda, cruzamos la rambla bajo la atenta mirada de unos personajes que cuelgan, frágiles –a mi me lo parece- de las paredes verticales. El camino se introduce en la rambla junto a la Casa Perea, circulamos sobre un lecho de cantos rodados y arena en el que las adelfas cierran el paso, zigzagueamos sobre la grava buscando un hueco. De nuevo encontramos gentes colgadas de las paredes; a su lado, viejos apriscos cierran sus puertas bajo el techo de someras cuevas, antiguas casas de labor bordean la rambla aprovechando sus magras aguas. Pasadas las casas de la Cueva, es mejor abandonar la rambla por su margen izquierdo, si no lo hacemos así, nos esperan polvorientos caminos entre limoneros, con salidas bloqueadas por puertas y alambradas, signo inequívoco de nuestros tiempos.



Mariano Vicente, febrero de 2014.

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