lunes, 10 de marzo de 2014

El día de mi cumpleaños

No ha sido una imprudencia, tampoco una distracción, pero he mordido el polvo. Literalmente. Intento escupir, deshacerme de ese sabor acre que tengo en la boca. Pruebo a incorporarme, me duele el brazo derecho, a duras penas logro sentarme apoyado en el terraplén del camino, siento que me mareo.

De pronto la tranquilidad más absoluta me embarga, ya no noto ese desagradable sabor en la boca y comprendo cómo me he caído. Ha sido esa piedra que está en el lado izquierdo del camino, a dos metros, sobresale apenas veinte  centímetros, suficientes para que se enganche el pedal y provocar la caída. Un solo centímetro más a la derecha y nada hubiera ocurrido. ¡Un solo centímetro!

¡Mariano, coño, que me has asustado! Es Ángel, noto un chorro de agua en la cara, vuelve el sabor acre a la boca, siento el labio superior algo raro. Me duelen los dientes, tengo la sensación de ser un conejo, con los incisivos sobresaliendo hasta la barbilla, la toco y veo los dedos manchados de sangre, la verdad es que no sé como lo veo, conservo las gafas pero están rayadas y llenas de polvo.

-Me has dicho que te estabas mareando y has caído como un fardo, de costado sobre el camino-. Me enjuago la boca y ahora noto un sabor dulzón, he debido perder momentáneamente el conocimiento. Trato de incorporarme, me duele el brazo derecho, pero donde tengo el golpe es en la cara. Tanteo el casco y está en su sitio, me lo quito, también las gafas, me hecho un poco de agua por la cabeza. Las piernas; bien, los brazos; también bien; la espalda; jodida, pero es lo habitual.

Me incorporo ayudado por Ángel y voy hacia la bicicleta, parece que esta mejor que yo. ¡Vaya estreno! Lo siento por Matías, la primera salida con su bici nueva y yo se la estropeo. Ángel la revisa, parece estar intacta, ni un rasguño. Me alegro por Matías.

Todo ha empezado un poco antes, hemos subido al collado del Relojero por la Tana y el sendero que algunos llaman del ascensor, que pasa junto a una caseta con una puerta de este aparato. Mientras tomamos un plátano le comento a Matías lo bonita que es su nueva bicicleta, una Scott rígida de carbono último modelo. ¿La quieres probar? Acepto de inmediato; entre bromas y veras le pregunto si el que rompe paga, él me contesta que la acaba de estrenar, que está en garantía.

Nos ponemos en marcha, ellos bajaran por los Puros; Ángel y yo por la Senda Bonita. Ya desde el principio noto que la bicicleta es algo pequeña, creo que es un talla m, y tiene la potencia algo corta, en la zona empedrada del sendero tengo la sensación de que la bicicleta se me queda un poco atrás. Pero ha sido en la zona final del sendero, antes de la bajada al desfiladero del Garruchal, donde me he caído dándole un buen bocado al camino. Tramo sin complicaciones, piedras u obstáculos importantes, salvo esa maldita roca. Pero tranquilos, ya no está, la he tirado al barranco.

Parece que estoy mejor, que no ha sido para tanto, subo a la bicicleta y compruebo que tanto ella como yo estamos en condiciones de continuar, estoy preocupado por el tiempo que hemos perdido -a mi me ha parecido un siglo, pero en realidad solo han pasado unos pocos minutos- los compañeros nos esperan al final del camino de los Puros y les he prometido que les invitaría a unas cervezas; hoy es mi cumpleaños.

En Casa Luz hemos bromeado sobre mi caída y en especial por mi aspecto, pero esto no nos ha impedido bebernos unas cuantas y programar la salida del próximo sábado a la Vía Verde de la Sierra de Alcaraz.

Murcia, a ocho de marzo de 2014, día de mi cumpleaños.

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