jueves, 22 de mayo de 2014

La caza

Vas esforzándote por mantener un buen ritmo. Pedaleas intentado sacar algo más de ti, las piernas al limite del dolor, la respiración casi entrecortada, crees que estas dando el máximo, circulas sin levantar apenas la cabeza del manillar, concentrado, en el cuentakilómetros estas viendo 32 km/h. que mantienes desde hace tiempo. De pronto levantas la cabeza y ahí esta, delante de ti, apenas una silueta que se recorta en la lejanía.

No sabes como, pero en el cuentakilómetros aparece 33..., 34..., 35..., te duelen las piernas, al principio la parte delantera de la rodilla, después las corvas, los muslos, 36..., 37..., y la respiración se transforma en fatigosa, las pulsaciones se disparan, pero ya distingues los colores del mallot. 38..., 39..., 40..., las piernas; duras, te duelen cada vez más, no podrás mantener el ritmo mucho tiempo, pero esta tan cerca.

Apenas ves otra cosa que al ciclista que tienes delante, solo te separan unos centenares de metros. Te surgen las dudas, cuando llegue a su altura me quedo a su rebufo un tiempo y después lo paso. Y si se me queda a rueda, mejor lo paso desde el principio y no le doy tiempo a reaccionar, me alejo de él lo suficiente, sigo con un esfuerzo máximo hasta que no pueda alcanzarme.

De pronto; él se marcha por una carretera que sale a la izquierda y yo continuo recto. Intento seguir viendo el 40, pero pronto aparece el 39..., y el 38... No me conformo, me esfuerzo, apretó los dientes, 36..., 34... Pero que me pasa, porque no puedo mantener el mismo ritmo, 33..., 32..., ya me conformo con que no bajar más, 31..., 30... No puedo, pedaleo al limite, como un autómata y los 30 km/h. se instalan definitivamente.

32..., 34..., 35..., al fondo una silueta...

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