lunes, 28 de julio de 2014

Galicia 2014 Costa da Morte - 22 de julio





Oficinas de turismo donde informan sin informar. Te ofrecen mapas que ni con lupa se ven, en los que faltan bonitos pueblos. Encendemos el gps y nos dirigimos hacia el suroeste, la ría de Muros y Noia, aparece señorial, atravesada por un nuevo puente inaugurado en este mismo mes. Playas de arena blanca que contrastan fuertemente con el verde del arbolado y rosa del granito en las alturas. Arenales de Carnota, los más amplios de Galicia a los que se asoman pétreos paisajes, que en invierno y bajo la niebla representaran mágicos castillos, ciclópeos seres fantásticos extasiados en la contemplación de cascadas que caen directamente al mar; se extienden por más de ocho kilómetros entre las puntas de Nuestra Señora de los Remedios y Caldebarcas donde Manolo, local en que son tan importantes los clientes como el género, no tiene carne, pues como dice en su carta no es buena zona para ello, por los que solo tiene pescado y marisco, aunque me ha prometido que la próxima vez , si le aviso, tendrá una sorpresa para mí. La carretera serpentea entre apretados maizales en el poco espacio que le dejan mar y monte, donde los hórreos florecen como una planta más.



Finisterre, depositario de mitos y leyendas, deja un poco indiferente, masificado y turístico, pierde la magia que le proporciona su situación al límite del mare tenebrosum, quizá en invierno, cuando el mar muestre porque se llama Costa de la Muerte merezca  la visita. Solo unos metros antes, existe un remanso de paz, es la iglesia románica de Santa María das Areas con la impresionante imagen del Cristo, que tras la última restauración ya no es el de la Barba Dorada, aunque sigue produciendo el mismo fervor entre sus fieles, especialmente el que producen sus llagas. De interés es su sagrario de piedra y el magistral retablo de Miguel Romay.



Soledad, la más absoluta soledad emana el cabo Touriñón y más después de perderse una y otra vez entre solitarios bosques de de eucaliptos, aldeas que aparecen y desaparecen entre los recodos de la carretera, señales que no existen, otras están ocultas tras la maleza y las hay que indican hacia el lado contrario, serán cosas de gallegos y ellos las entenderán. Si caminamos hacia el Sur, vemos el islote de O Castelo en cuya cúspide hay un castro aunque no se aprecia. Un kilómetro mar adentro el escollo A Laxe de Touriñán y es el punto más occidental de Europa continental donde se sol se pone más tarde. Impresionantes vistas de los pétreos acantilados de Punta Moreira y el cabo de Buitra y más próxima; la coqueta ensenada do Cuño o su playa de guijarros que aquí llaman coido o su magnífico hórreo de tres puertas y doce pares de pies. Y si tenemos ganas y tiempo podemos subir al monte Facho, mirador sobre el Atlántico a más de trescientos metros de altura donde podemos distraer la mirada sobre la playa de Lourido, tómbolo de Muxia, Faro de Vilán y la ría de Camarillas.



El santuario de la Virxe da Barca se encuentra maltrecho, pero sigue plantando cara al mar tenebroso, con sus piedras de Cadrís y Abalar. En cuestión de minutos el rojo incendia un horizonte difuminado por la niebla y el disco solar se hunde en el mar precipitando la oscuridad, aun nos queda tiempo para llegar a Muxia y contemplar a la luz del crepúsculo las señoriales casonas donde se alternan aleatorias las balconadas de hiero y las galerías acristaladas, cenar en cualquiera de los restaurantes que se miran en la ría contemplando cómo se mecen los pesqueros en el puerto. Volvemos a nuestra base en Santiago para al día siguiente regresar a la pequeña ría de Camariñas. 

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