domingo, 10 de agosto de 2014

Cuentos de Verano: Dudas

No  hace mucho, en una de nuestras habituales salidas, me contó un amigo las dudas que le asaltaban sobre lo que creía problemas de sexualidad, con la promesa solemne de no contárselo a nadie. Andaba el hombre compungido y preocupado por lo que él consideraba su hombría, ciertamente nunca había tenido dudas sobre ello, pero últimamente le tenía desasosegado. Se había descubierto observando a otros hombres, cosa que en sus cerca de sesenta años nunca le había sucedido.

Ahora cuando salía con el grupo se fijaba en la ropa que llevaban los demás, pero eso no era lo peor, lo preocupante era que se recreaba en cómo les quedaba, la marca, el corte, si se ajustaba bien o no al cuerpo, si hacia bonita la figura, la combinación de colores y no solo eso; si iban conjuntados con el resto de la equipación, las zapatillas  y el casco, los calcetines y hasta el pañuelo que usaba bajo el casco para recoger el sudor. No, no era normal, él nunca se había preocupado de esas cosas, le daba igual de qué color fuera el mayot o el culote, aunque él lo usaba generalmente negro o si combinaban o no las zapatillas con el casco. No, no era normal y estaba muy preocupado, y lo peor era que iba a más, cada vez estaba más pendiente de su figura, de cómo combinar esto con aquello o ese mallot de colores extraños que le habían regalado y que no sabía con que ponerse. No, no era normal, fijarse en las piernas de los demás y más con una afición como la suya en la que te vistes con mayas ajustadas y le vas enseñando el trasero a todo el mundo. Había pensado en dejar el ciclismo, empezaba a pensar en que no era normal, que no era una afición sana.

Una mañana apareció en el lugar habitual de salida de la peña, Erika. Noruega, con un cuerpazo que el culote no hacía sino remarcar. Esas formas tan armoniosas, esas curvas tan suaves, esas piernas brillantes por el aceite. La rubia trenza saliendo bajo el casco y cayendo con desmayo sobre su hombro. Cuando tensaba los músculos para esprintar el culote se ceñía marcando unos glúteos poderosos, perfectos o cuando se ponía de pie sobre los pedales, con que  gracia y armonía movía la bicicleta.

Cuando pasado un tiempo, en una de nuestras salidas le pregunte por sus antiguas angustias me contesto: ¡Que preocupaciones! ¡De que me hablas!

1 comentario:

  1. Ja, ja, ja, eso nos pasa a muchos, lo que pasa es que no lo contamos je, je, je...

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