miércoles, 6 de agosto de 2014

Cuentos de Verano: El pulsómetro indiscreto

Mi amigo se encuentra en esa edad indefinida, próxima a la jubilación y en la que algunos empiezan a considerarlo un señor mayor. Él, se encuentra bien, se siente joven, dispuesto a superar cualquier reto, con la bici aun le da caña a muchos jovencitos imberbes y a la mayoría del grupo, algunos, mucho más jóvenes que él.

Me contaba algo que el otro día le paso con el pulsómetro; se disponía a entrar en casa después de un buen número de kilómetros con la flaca, estaba sujetando la bici con una mano, buscando el monedero para sacar la llave y abrir la puerta con la otra, la verdad que hacer todo esto al mismo tiempo no es tarea fácil. En ese momento vio acercarse corriendo a su joven vecina para sujetarle la puerta, vestía una faldita que dejaba ver casi todas sus piernas, largas y torneadas, con una blusa de abundante escote por el que dejaba ver el nacimiento de sus incipientes senos. Subieron juntos al ascensor, la bici no deja mucho espacio libre y sus cuerpos estaban muy juntos, aun no habían llegado al primer piso cuando el pulsómetro comenzó a dar pitidos indiscretos. Ella lo miro con los ojos muy abiertos, entre curiosa y sorprendida, con esa expresión inocente y picara a un tiempo que solo las adolescentes tienen, como preguntándole que estaba pasando. Él ruborizado hasta la punta de las canas y con un hilillo de voz que apenas le salía de la garganta solo se atrevió a balbucear: no lo sé.

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