martes, 20 de enero de 2015

2015 Primeras nieves en el Noroeste




El sábado, mientras gestionábamos unas “olivicas partías” y una jarra de Estrella de Levante, bajo un sol enrarecido por unas nubes altas, que vaticinaban frío y nieve, surgen propuestas para acercarnos a Revolcadores de confirmarse la nevada. 

El lunes era el día ideal; aquí es fácil que la nieve desaparezca en apenas unas pocas horas; había que aprovechar el momento. Dicho y hecho. Después de investigar un poco en los medios de comunicación e internet para confirmar que la nieve había caído en el Noroeste, sin obtener mucho éxito, decidí arriesgarme. Los compañeros, reos de sus compromisos, no pudieron acompañarme. ¿Y porque no solo? Dicho y hecho.



Ya un poco tarde, serían las 11 de la mañana, tomo el volante hacia el Noroeste de la Región de Murcia. La temperatura no era muy baja, sobre los 8 grados, que al acercarnos a Caravaca ya había descendido a tres. Ni rastro de la nieve. Quizá sea un viaje inútil, pero no importa, pasaré el día en la zona en plan relax. En el puerto del Moral seguía sin nieve, pero algún monte ya presentaba algo de “chamusquina” en la cumbre.
Como por ensalmo, Revolcadores a parece en todo su Esplendor. Una fina capa de nieve cubre los campos a partir de El Entredicho, poco a poco la nieve invade cunetas y arcenes. En Cañada de la Cruz, una ligera capa viste los tejados. Continúo hacia Puerto Alto. Pronto la nieve se nota bajo las ruedas, aun acuosa, pero se endurece apenas unos centenares de metros más adelante. No llevo cadenas y decido no arriesgar, me detengo junto a un camino y saco la bicicleta. Es tarde, así que solo hare unos pocos kilómetros. 



Preparo trípode y máquina de fotos. Los dedos se enfrían, manejar los controles de la máquina se hace complicado. Un viento gélido barre los campos y pronto se deja notar, no hay más alternativas; pedaleo o tiemblo. Guardo la máquina de fotos y pedaleo hacia Puerto Alto. El terreno acumula centímetros de manto blanco, la carretera esta helada pero no resbala y a pesar de la subida, no entro en calor. El viento sopla de frente, de forma contundente, lo que hace que la sensación de frío sea muy elevada.



Decido regresar; me adentro por un camino, la cubierta se sepulta en la nieve virgen hasta cubrir la llanta. Disfruto y padezco al mismo tiempo, hace frío. Ahora el viento me viene de espaldas y es peor, no suelo usar ropa con tejidos cortavientos salvo en el pecho y parte delantera de los brazos, por lo que la espalda recibe el viento frío con toda su crudeza, penetra a través de la tela helando las carnes, y a pesar de que aún conservo una buena capa de grasa, tengo frío, mucho frío. 


  
Regreso al coche, desmonto la bici, la introduzco en el maletero y decido cambiarme. Machote. Porque digo yo que algo se me habrá pegado de mis años de Bilbao; comienzo a desnudarme. Se apodera de mí una tiritera que hacía imposible abotonarme la camisa; es igual, me pongo el jersey de cualquier manera. ¡Ay cuando me quito el culote! No lloro por lo de Bilbao, pero no creo que vuelva a recuperar la textura y la forma de ciertos apéndices de mi cuerpo. Doy gracias a la calefacción, la pongo a todo trapo. Me repongo en parte, ya puedo conducir.



Las olivas brillan oleaginosas, partidas, tercas de amargores. Un tinto; sencillo, áspero, ayuda a encontrar la calma en esta mañana. Un tomate “partió” colmado de sales y aceite acompaña a unas migas recias, camperas, sin las florituras de las huertanas, sin pimiento que distraiga, solo harina y “asaura”. Unas costillicas de cordero de turbadora delgadez, van asentado el estomago. Me encuentro mejor y echo el resto; más vino y una chuleta de vaca. Roja, consistente, jugosa, hecha como a mí me gusta, algo menos que al punto. El corte deja salir los jugos rosáceos plenos de sabor; la carne densa al masticar, sin esa babosedad, tan de moda ahora con las carnes blancas. Las nueces coronarán la comida, un justo premio en esta fría mañana.

Mariano Vicente, 19 de enero de 2015. 


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