martes, 2 de junio de 2015

Vuelta a Murcia: Segunda jornada





El traqueteo del tren me tiene amodorrado mientras me desplazo a Lorca. He salido de Murcia a las seis cuarenta y cinco para desayunar en Lorca y comenzar a pedalear sobre las ocho. Busco el Guadalentín y la carretera de Caravaca. Mucho tráfico, que disminuye ligeramente, mientras me alejo de Lorca. La carretera, en continua pendiente, es de buen asfalto que se alegra conforme nos acercamos a los Montes de Pinosa. En la zona del Romeral dejo por nuestra izquierda la carretera de Zarcilla de Ramos. El paisaje se estrecha mientras sigo subiendo hasta La Paca, veinticinco kilómetros que se hacen cuesta arriba. Creo que es hora de tomar algo; un pincho de tortilla y una Alhambra, sirven para entonar el cuerpo. Comienza aquí un descenso que en más o menos medida continuará hasta Caravaca. Amplios campos, donde el cereal es el protagonista, me rodean. El tráfico especialmente de camiones y furgones, sigue siendo alto, pero la carretera es amplia y de buen arcén.

Me sorprende una capilla en medio del campo junto a otras edificaciones, es la Colonia de Santa Teresa. La espadaña, con campana, corona el eje central de la entrada; sobre la puerta una cruz que no es la de Caravaca, sino más parecida a la de Calatrava.



La sierra de Campo Coy y la Cuerda de la Vereda forman la divisoria de aguas entre el Guadalentín y el Quipar antes de entrar en la Almudema. Se humaniza el paisaje hacia Venta Cavila; Casas de Rullo, Pinilla, Los Prados…

Me dejo caer sin más problemas hasta Caravaca. Aun no tengo hambre ni estoy cansado y voy bien de tiempo, por lo que no me detengo, atravieso la ciudad y me dirijo en dirección a Cehegín para coger la C-3314 hacia Calasparra. La carretera se dirige hacia el noreste entre la sierra de la Puerta y el embalse del Argos. Calasparra aparece casi por sorpresa, es un buen lugar para tomar un buen bocadillo de lomo a la plancha con queso y algo de líquido para hidratarme, esta vez de marca murciana.

El Segura viene esplendido; lo franqueo por el antiguo puente de hierro. Tráfico denso, especialmente de camiones, hasta la Venta del Olivo. Tramo de pedalear desagradable que se hace interminable. El Lomo de Asno, que mantengo como referencia, siempre está en el mismo sitio, ¡inamovible! ¿Dónde está la Venta del Olivo? 



Por fin he pasado la Venta, y no he podido tomar un café ¡porque está cerrada! El cielo se oscurece a mi espalda hasta ocultar el sol que me había acompañado durante toda la mañana. Negras nubes de orondos vientres me persiguen, de cuando en cuando, alguna gota pérdida, desorientada avanzadilla, llaga hasta mí. Sigo pedaleando sin descanso, intentando no ser sorprendido en plena Cañada del Judío sin lugar alguno donde refugiarse. Cuadrillas enteras de operarios agrícolas yerguen sus cuerpos a mi paso y durante unos momentos dejan sus quehaceres para contemplar cómo me alejo, incluso llegan a jalearme. Algunas tienen más de cuarenta operarios y usan maquinaria que desconozco. Autobuses y furgonetas que los acercan al tajo, descansan junto a los bancales esperando la hora del regreso.

Alguna gota se insolenta, pero son unidades aisladas que apenas llegan a mojar el asfalto, voy librando por poco, Jumilla debe de estar cerca, pero no la veo, la sierra del Molar a mi izquierda y la de Santa Ana a mi derecha, me la ocultan. Parece que no voy a llegar y empiezo a jugar a la ruleta rusa, me mojaré, no me mojaré y casi sin darme cuenta ya estoy en Jumilla. Directamente a la estación de autobuses, son poco más de la tres de la tarde y tengo tiempo de tomar algo hasta la llegada del autobús.

Suena el teléfono que me despierta de mi duermevela en la parte trasera del autobús. Es Antonio, -¡estás bien!, me pregunta preocupado. Si, por qué lo dices. –No te pillado la granizada- me pregunta. No, no, le respondo y me cuenta que solo unos minutos antes ha caído en la zona una fuerte tormenta de granizo que ha destrozado frutales y vehículos. De buena me he librado.

Murcia, 19 de mayo 2015 

P.D.: Días después, en el bar en el que había desayunado –Mesón Lorquino- el dueño y unos parroquianos asiduos, me contaron que estuvieron preocupados por mí, tras ver la tormenta en las noticias.

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