martes, 6 de octubre de 2015

La Retrovisor 2015

 


Camino de Santander, cada vez que miraba por el retrovisor, veía el casco tras los asientos traseros y no; no tenía el aspecto más apropiado para la prueba a la que acudía. Se trataba precisamente de La Retrovisor y esta es su segunda edición, se celebra en Solares y la salida será desde la finca del Marqués de Valdecilla.
Cuando recibí el correo confirmando las fechas de La Retrovisor para este año me falto tiempo para comprobar el cuadrante y como no podía ser de otra manera ese fin de semana trabajaba. Tenía que ponerme manos a la obra y convencer algún compañero para que me hiciera esos días, al final lo conseguí, pero ya acumulo cinco para devolver, cuando comiencen a pedírmelos no voy a parar de trabajar.



Se acerca la hora de comer y decidimos hacerlo bajo la influencia de Peña Amaya; en Herrera de Pisuerga. En el asador El Roble dimos cuenta de los buenos productos de la tierra. Nuestra siguiente parada estaba prevista en Reinosa, lugar de nacimiento de Pilar, mi esposa. La congoja se le nota cada vez más, conforme pasan los kilómetros y nos acercamos a su pueblo. El puente del Ebro, el Cañón, los soportales de la calle Mayor, la plaza del Ayuntamiento, la fuente de la Aurora, casi todo sigue igual; pero lo que más la conmovió fue el derribo de la vieja casa de rancio abolengo donde nació, sustituida por otra nueva construcción. De nada sirvió que le dijera que era bonita, que respetaba el entorno, que se identificaba con él a pesar de sus materiales modernos, pero no sirvió de nada. Pensé que lo mejor sería tomar un café y un hojaldre en Vejo para pasar el mal trago y de paso, si era posible, ver la etapa de la Vuelta. Nos enteramos así que los hojaldres de toda la vida ahora ya no se llaman "hojaldres" sino “reinosas”, todo cambia a pesar de seguir igual.



Ha comenzado a llover, lo hace con fuerza a ratos, en otros no es más que una ligera llovizna. Para mañana no da lluvias y espero que así sea, no estoy muy acostumbrado a montar en bicicleta con agua, no suele llover mucho en Murcia. Ya estamos llegando a Solares, el GPS me lleva sin equivocaciones a Casa Enrique donde nos vamos a hospedar. Nada más llegar Enrique nos recibe con un apretón de manos y una franca sonrisa.

-Lo que haga falta, aquí estamos para que no os falte de nada. La bici, si quieres, la guardas abajo en el almacén, ahí estará estupendamente acompañada.
 
Y así fue, paso la noche junto a una exclusiva Marotias, única construida expresamente para cicloturismo, cuyo feliz propietario es un majo “chaval” de Huesca al que esperamos ver pronto por Murcia, a ello se comprometieron él y su esposa si nosotros cumplimos organizando la Murcia Clásica, proyecto personal y de mi esposa que pretendemos sacar adelante con la ayuda de amigos y autoridades.

Foto: José Gutiérrez López

Estaban dando los dorsales en la Finca Marqués de Valdecilla y allá que nos fuimos. Nos recibieron unas simpáticas muchachas que además de darnos el dorsal, el numero 16 era el mío, nos resolvieron cuantas dudas les planteamos. Nos quedamos un rato a contemplar la magnífica exposición de mallot y bicicletas antiguas, creo que la mayoría cedidas para el evento por un aficionado apasionado por el ciclismo de competición, don Santiago Revuelta que posee su propio museo. Se rumorea que quizá sea el mejor de temática de ciclista de España, a la menor oportunidad trataré de visitarlo.



Anoche cenamos quizá en exceso y seguro que no lo que hubiera sido conveniente para la marcha de hoy, pero Enrique no te deja y hay que reconocer que se come muy bien en su Casa. Desde el primer momento, nada más descolgar el auricular ya me di cuenta de que era un hombre especial, decirle que iba a la Retrovisor y me contesto que no me preocupara de nada, que me fuera para allá y listo. Tanto es así que al día siguiente de marcharme nos llamo para saber si habíamos llegado bien. Casa Enrique es un alojamiento modesto con una gran cocina y un trato familiar, de esos en los que da gusto estar y a los que no dudaras en volver.



El domingo, amaneció nublado y húmedo, había tantas posibilidades de que lloviera como que no, pero sin preocuparnos demasiado nos fuimos hacia la Finca del Marqués de Valdecilla. Cafés Dromedario había montado una degustación, y que mejor que esperar a los amigos con un buen café. Poco a poco fueron llegando esas sufridas clásicas, la mayoría remozadas con cariño y pasión, con sus propietarios, ataviados con sus mejores galas. Cerca del centenar estábamos dispuestos para la salida, la mayoría varones, aunque las pocas féminas que acudieron, montadas casi todas en bicis de paseo, dejaron el pabellón bien alto y eso que arrastraban el peso de guardabarros, transportines, faros y cestas de flores.



Comenzamos el recorrido por sinuosas carreteras donde predominaba el verde de los parados u las umbrías de los bosques de castaño. De pronto, a la altura de Somarriba comenzamos a retorcernos sobre el cuadro, los desarrollos inhumanos que llevan nuestras bicicletas, solo accesibles a unos pocos héroes, hicieron que más de uno echara pie a tierra, incluso alguna vieja cadena harta ya de sufrir, dijo basta. Algo que fue solventado por la organización con eficacia.



Cabárceno es algo especial, naturaleza salvaje en un entorno domestico, pero no es un zoológico al uso, aquí los animales gozan de una cierta libertad, la verdad es que es un lugar muy interesante. Especialmente emotivo y sorprendente fue el paso, cruzando entre los ciclistas, de más de medio centenar de gamos guiados por un majestuoso ciervo macho, debió de gustarles porque volvieron a cruzar hasta en dos ocasiones la carretera. Bajada de respeto a la salida del parque que se saldo, al menos hasta donde yo sé, con una caída sin consecuencias. A partir de aquí el pelotón puso un fuerte ritmo que fue descolgando unidades a lo largo de varios kilómetros. Se fueron formando nuevos grupos más pequeños, acorde con las fuerzas de sus miembros. Yo termine en uno de cuatro elementos y casualidades de la vida ninguno conocíamos el recorrido, pero no hubo problemas, la organización cubrió los cruces de manera quirúrgica, sin dejar nada al azahar.


   
¡Problemas! Empiezo a notar una ligera falta de sincronía en la biela izquierda, efectivamente se ha aflojado el tornillo que la sujeta al pedalier y no puedo seguir, corro el riesgo de abocardarla y dejarla inútil, será mejor esperar ayuda de la organización. El problema podía ser mucho o nada, pero por experiencia sé que probablemente sea lo primero. El dichoso tornillo es de unas bielas Campagnolo, con medida de siete, algo que la mayoría de los juegos de llaves no lleva. Y efectivamente así fue, uno tras otro intentaron ayudarme el resto de participantes e indefectiblemente carecían de esa medida; del seis y del ocho, pero no del siete. Tampoco la organización, por lo que no me quedo más remedio que subir al camión escoba. La cosa del siete paso a ser tema redundante de bromas y chascarrillos en los que los más veteranos contaban anécdotas similares protagonizadas por del dichoso tornillo. Muchos de nosotros hicimos la firme propuesta de no salir sin uno en la siguiente ocasión. 



Por aquello de que no hay mal que por bien no venga, este contratiempo me ahorro la fuerte subida, en la que veo echar pie a tierra a Tomás, cosa extraña en un aguerrido ciclista de las Encartaciones; en el avituallamiento me lo explica:

-Oye tú, me estaba cociendo en mi propio jugo, el chubasquero pues.

El avituallamiento fue un pantagruélico ágape con el que nos obsequio la organización, donde no falto jamón, queso, chorizo del país y sobre todo para mí el producto rey; las quesadas; magnificas. La organización, previsora ante la amenaza de lluvia, traslado el aprovisionamiento a una zona cubierta y aunque no hizo falta hay que darles un diez. Para beber; vino, refrescos, cerveza... 



Yo me traslade al autobús con el reto de los acompañantes viendo con nostalgia a los compañeros a través de las ventanillas; ¡que distinto resulta todo cuando vas pedaleando! En La Cavada, población dónde por primera vez vio la luz un niño que llego a ser rey de la Montaña del Tour en 1933, sin equipo y sin apoyo económico. Estamos hablando de Vicente Trueba “La Pulga de Torrelavega”. En el 2005, centenario de la prueba francesa, se le concedió la medalla del Tour a título póstumo. En esta localidad, semillero de amantes y profesionales del ciclismo, se realizo un sentido homenaje a Doro, que por desgracia no pudo recoger en persona por encontrarse enfermo.



Ya en la Finca Marqués de Valdecilla, a donde los acompañantes llegamos los primeros, de nuevo la organización nos obsequio con otro piscolabis. Fueron llegando los participantes en estirado pelotón lo que me dio la oportunidad de hacer unas magnificas instantáneas y capturar la llegada de un gran número de compañeros. Llegados los últimos, nos desplazamos hasta el pabellón municipal lugar en el que estaba prevista la comida; paella como plato fuerte y si alguno, que los hubo, quería más, no falto el chorizo, el queso y el jamón. Para el que quiso fruta, y para los demás quesada, tampoco falto el café. A los postres, la organización, junto a las autoridades procedió a la entrega de premios. Fue un acto familiar y conmovedor para los que allí estábamos, miembros ya de esa gran familia de los aficionados al ciclismo clásico. Hicimos nuevos amigos como Luisa y su marido y reforzamos la amistad de los antiguos, no quiero terminar estas líneas sin mostrar mi agradecimiento a la organización y a todos aquellos que han colaborado para que hayamos podido disfrutar de este magnífico día de ciclismo clásico. 



Posdata: Espero que nos podamos volver a ver todos en Murcia, estamos preparando lo que esperamos que fructifique en la Murcia Clásica. Ya os contaré.



Mariano Vicente, septiembre de 2015    

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