martes, 3 de noviembre de 2015

Camino del Cid: La Defensa del Sur - Primera Jornada: Valencia-Xativa



¡Coño, es dirección prohibida! Un poco desorientados comenzamos nuestros primeros pasos por La Defensa del Sur haciendo eslalon entre la gente que tomaba el aperitivo en las terrazas; eso sí a pie para no molestar. En la siguiente manzana descubrimos un carril-bici, que como no podía ser de otra manera, estaba en la acera de enfrente. Salir de una gran ciudad como Valencia no es tarea fácil.



Esa misma mañana habíamos subido a un regional en Murcia que nos deja en la estación de Valencia a escasos metros del comienzo del Camino del Cid-La Defensa del Sur. Camino que comencé en Burgos en el 2001 y que por fin terminaré en dos o tres días. Aun recuerdo el sabor intenso de las piernas de cordero regadas con el insustituible rioja y las granizadas implacables de los páramos burgaleses. Aquel lo hice solo, con la única compañía de un pequeño librito del Cantar del Mio Cid, en este voy acompañado de mi amigo Antonio Máximo.



Pasado el extrarradio, el camino traza una estrecha línea entre arrozales. Es época de cosecha, enormes tractores recorren el camino arrastrando remolques colmados de cereal.  A nuestro lado formidables cosechadoras devoran, milimétricas e inmutables, considerables extensiones de arrozales. Refunfuña Antonio, por el polvo, por el tráfico, por todo. Inútilmente trato de convencerlo de que quizá los únicos que sobramos allí, seamos nosotros. El puerto de Catarroja viene en nuestro auxilio, un verdadero oasis de paz en medio del tráfico agrícola.



A Silla no entramos. La huerta ya no son el azahar y los naranjos, si no el palo santo o caqui, un árbol de origen japonés que desde los años setenta ha ido sustituyendo a los tradicionales naranjos. Miles de ellos se revelan en hileras a un lado y otro del camino con sus gordos frutos amarillos. En esta zona los pueblos se suceden como una barrera de arrecifes apenas sobresalientes del mar verde de los caquis. En el Romaní el bar La Galotxa, junto a la puerta una mesa y sobre la mesa una estupenda paella, de las de siempre, con pollo, conejo, bajocas (judías verdes) y garrofón. Pero lo mejor está por llegar; calabaza al horno, exquisita. Es la primera vez que la pruebo, según el dueño es un postre habitual en la huerta valenciana.
-Esa que se está usted comiendo, la he plantado yo; esa es de mi huerto
-En Murcia yo la he comido pero en guisos, olla gitana, guiso de trigo y calabaza, en algún potaje…
-Yo creo que es la misma, pues aquí también se usa para guisos aunque hay de muchas clases
-En Murcia utilizamos una para hacer el Cabello de Ángel, se cuece la pulpa con azúcar hasta que queda como unas hebras dulces, se utiliza mucho en pastelería
-Si por aquí también; algunas se usaban antes para llevar el vino o el agua
-Como en Murcia, incluso se hacían con ellas instrumentos musicales
Le hago al señor la promesa, casi solemne, de volver a probarla a la menor oportunidad.



Almusafes y Benifaió son uno solo. Algemesí tiene la iglesia de Jaime Apóstol, de Alcira ni nos enteramos, y en Carcaixent están en fiestas, esta noche, a las diez,  la descubierta de la Virgen. Antes de continuar un café con unos dulces reponer azucares en la pastelería de la plaza. 



A Xativa llagamos a asa hora en la que el sol se oculta y las farolas muestran su luz mortecina y las sombras se apoderan de la ciudad, y hasta de la cabeza, terminamos así siguiendo un señal de centro urbano en lugar de hacerle caso al gps, resultado; media vuelta a la ciudad de Xativa antes de encontrar el apartamento en que nos íbamos a alojar. Casa señorial del siglo XVIII recién restaurada junto a la plaza de San Calisto, en pleno casco antiguo. Una ducha y a la calle. Andando entre viejos edificios y preguntando un poco aquí y allá dimos en parar en un local en cuyo nombre figuraba la palabra gourmet. Aprensivos por si fallaba en algunas de las tres bes nos metimos dentro. Nos recibe un individuo de antebrazos tatuados, enormes aros taladrando las orejas y desconocedor de la palabra “modestia”. Acomplejados por su verborrea, casi intimidados, nos sentamos en la única mesa que quedaba libre. Lo de “gourmet” ni lo vimos ni lo gustamos; los ingredientes de calidad; la elaboración, corriente igual que el servicio, del precio…


Mariano Vicente, octubre 2015

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