domingo, 8 de mayo de 2016

200 Millas I




Según la Real Academia Española (RAE) reto es un objetivo o empeño difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien lo afronta. Y de eso se trata, de ir más lejos, de plantear un nuevo desafío, un verdadero reto personal y una forma de evaluar nuestra capacidad ciclista.
De vez en cuando nos planteamos realizar alguna locura, que en realidad no lo es tanto. Será un duro esfuerzo que pondrá a prueba nuestra capacidad de resistencia, nuestro afán de superación. Pero con tenacidad aguantaremos el envite y obtendremos la satisfacción de conseguir nuestro reto.

Recorrer nuestra región en un par de jornadas con una ruta circular. Algo más de 100 millas diarias sobre nuestras bicis de carretera. Es una distancia que para muchos ciclistas no es algo insuperable, pero para nosotros, simples aficionados es todo un reto. En realidad serán algo más de 200 millas unos 360 kilómetros.

La diseñamos para salir de Murcia y por el desfiladero del Garruchal acceder al Campo de Cartagena y los Alcázares. La Unión y Cartagena serían nuestro próximo reto. Conseguido, tendremos que superar el Cedadero y por el Puerto de Mazarrón y Morata atravesar la sierra de la Almenara para acceder a Lorca. Aun nos espera toda la subida hasta nuestro lugar de pernoctación en Coy. En total unos 180 kilómetros.
En la segunda jornada; desde Coy, buscamos la sierra del Burete y por la solana de las Cabras y Quípar llegar a Cehegín. Calasparra será nuestra próxima meta y Jumilla la siguiente. Bordeamos la sierra del Carche y la de Quibas para llegar a Abanilla. Solo nos queda ya llegar a nuestra querida ciudad de Murcia, otros 180 kilómetros.

Las cosas no siempre salen como se espera y la pernoctación fue algo difícil de digerir. Por lo que cambiamos la distribución de las etapas, ahora saldríamos de Lorca hasta llegar a Murcia por el norte de la Región; al día siguiente la tocaría al sur. Así que los dos únicos que concurrimos; Juan Bautista y yo, nos encontramos en la estación del Carmen para coger el tren de las 6.35 a Lorca. Aun nos permitimos el lujo de un buen desayuno en el Mesón Lorquino, antes de comenzar a pedalear a las ocho de la mañana.



El día se presenta nuboso, amenaza lluvia y es algo fresco; buscamos la carretera de Caravaca y empezamos a entrar en calor, nos esperan 42 kilómetros de constante subida. Algunas gotas de lluvia hacen su aparición pero no llegan a mojar. Por fin aparece La Paca, tomamos dirección a Doña Inés, aún queda algún kilómetro de subida.

Cuando dejas hacer a su antojo a determinados programas ocurren cosas extrañas. Preparé el track con Strava sin comprobarlo en profundidad, y mira por donde me dirige por una pista sin asfaltar hacia La Encarnación, por el camino viejo de Caravaca a Lorca. Decidimos continuar por nuestra carretera hacia Cehegín, por lo menos esta asfaltada. Pedaleamos en dirección hacia el paso entre las sierras del Burete al sur y las de las cabras y el Quipar al norte. El paisaje se estrecha, carretera minimalista sombreada de pino y el asfalto en condiciones aceptables. Serpentea por la umbría de la sierra del Burete, el pinar más extenso e importante del municipio de Cehegín. Carretera que va a desembocar al sur de la población, por lo que unos kilómetros antes optamos por un desvío a nuestra izquierda que atravesando el Quipar nos lleva en el centro de Cehegín.



No nos entretenemos, algo poco recomendable, pues se trata de una de las poblaciones más bella de la zona del noroeste, con un casco histórico bien conservado y estupenda gastronomía que bien merece una visita. Nosotros, asiduos visitantes, decidimos buscar sin más dilación la carreterilla de Canara, junto al embalse del Argos, que a través de Valentín nos Llevará hacia Calasparra. Población famosa por su arroz con denominación de origen, aquí entramos momentáneamente en contacto con él Segura que sigue su camino hacia el sur mientras nosotros nos dirigimos al este, hacia la Venta del Olivo, paisaje dominado por los frutales y la sierra del Puerto, que cierra el horizonte por el norte. Buen asfalto y demasiado tráfico.

De la Venta del Olivo a Jumilla la vid es la protagonista, que alterna con modernas plantaciones de hortalizas, totalmente mecanizadas, que ponen el producto directamente en la mesa sin más manipulaciones. El horizonte cubierto, cada vez más negro, no augura nada bueno. Caen las primeras gotas que pronto mojan la carretera. Ahora ya es lluvia cerrada, Juan Bautista va delante, pero parece que está detenido; ha pinchado. Bajo la incomodidad de la lluvia reparamos y seguimos adelante. Entramos en Jumilla.



Tenemos hambre; buscamos donde saciarla; el bar Sebastián, en la plaza de abastos, puede ser un buen sitio. Mientras me lavo las manos Juan ya he empezado a pedir; veo sobre las mesa unas cervezas bien frías y un plato de jibia a la plancha. Me siento a la mesa y Juan va al baño, cuando vuelve ya hay sobre la mesa un plato de embutido variado. Ya juntos, pedimos garbanzos con chorizo y oreja en salsa. Creo que es suficiente y más si pensamos que nos quedan por encima de cien kilómetros para llegar a casa. Aún así, nos tomamos un par de trozos de pan de calatrava y café.

Cuando nos ponemos en marcha sigue lloviendo. Es algo desconocido para nosotros, es muy improbable que montemos en bicicleta si llueve. Son pocos los días que lo hace y entonces nos quedamos en casa. Esta vez es diferente, lo teníamos todo programado y Juan se había tomado el día. Mientras pedaleaba; lo hacía con una sonrisa en los labios, acordándome de Carlos y Luisa, entrenando en el garaje durante todo el invierno y;  cuando llega la primavera; también. Es lo que tiene Cantabria; tan verde; tan hermosa.

La carreterilla del Carche tiene el asfalto regular y pica hacia arriba, pero es tranquila y agradable. Pedaleo bajo la lluvia sin más complicaciones que el paso embarrado de las obras de la futura autovía de Yecla. Pasan monótonos los minutos, los kilómetros empiezan a hacerse notar, el final del pequeño puerto formado por las estribaciones de la sierra está a punto de acabar y ya todo será más sencillo hasta la Capital. Noto algo extraño en la rueda trasera. He pinchado. Un pequeño contratiempo fácilmente solucionable. Desmonto, revisó la cubierta y pongo cámara nueva. Lo más molesto inflar de nuevo la rueda con estas bonitas y minimalistas bombas, pero con las que tienes que bombear "millones" de veces hasta conseguir introducir la presión suficiente para continuar. Juan me está esperando en lo alto del puerto, me pregunta por el retraso y le cuento lo que ha pasado. Continuamos a buen ritmo hacia Pinoso.



¡Juan creo que he pinchado otra vez! A la entrada de Rodriguillo, volvemos a cambiar la cámara, ya es la segunda. Esta vez me ayuda Juan y terminamos antes. Bajo la cuesta Colorada con la barbilla sobre el manillar, lanzado a todo trapo. A la altura de la Venta de los Collares, ¡no puede ser! ¡Años sin pinchar y hoy es la tercera vez! Hemos desmontado la cubierta para revisarla al derecho y al revés, nada. Juan solo tenía una cámara de repuesto y la había usado, así que ponemos un parche a una de las cámaras usadas y continuamos rezando por qué todo termine bien, aún nos quedan más de cuarenta kilómetros y empieza a atardecer.

Al entrar en Murcia lo primero que hago es parar en una tienda de bicis al paso y comprar un par de cámaras, mañana hay que hacer la otra mitad de las 200 Millas y no nos podemos aventurar.

Mariano Vicente, 1 de mayo 2016 

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