Según la Real Academia Española (RAE) reto es un objetivo o empeño
difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío
para quien lo afronta. Y de eso se trata, de ir más lejos, de plantear un nuevo
desafío, un verdadero reto personal y una forma de evaluar nuestra capacidad
ciclista.
De vez en cuando nos planteamos realizar alguna locura, que en realidad
no lo es tanto. Será un duro esfuerzo que pondrá a prueba nuestra capacidad de
resistencia, nuestro afán de superación. Pero con tenacidad aguantaremos el
envite y obtendremos la satisfacción de conseguir nuestro reto.
Recorrer nuestra región en un par de jornadas con una ruta circular.
Algo más de 100 millas diarias sobre nuestras bicis de carretera. Es una distancia
que para muchos ciclistas no es algo insuperable, pero para nosotros, simples
aficionados es todo un reto. En realidad serán algo más de 200 millas unos 360
kilómetros.
La diseñamos para salir de Murcia y por el desfiladero del Garruchal
acceder al Campo de Cartagena y los Alcázares. La Unión y Cartagena serían
nuestro próximo reto. Conseguido, tendremos que superar el Cedadero y por el
Puerto de Mazarrón y Morata atravesar la sierra de la Almenara para acceder a
Lorca. Aun nos espera toda la subida hasta nuestro lugar de pernoctación en
Coy. En total unos 180 kilómetros.
En la segunda jornada; desde Coy, buscamos la sierra del Burete y por
la solana de las Cabras y Quípar llegar a Cehegín. Calasparra será nuestra
próxima meta y Jumilla la siguiente. Bordeamos la sierra del Carche y la de Quibas
para llegar a Abanilla. Solo nos queda ya llegar a nuestra querida ciudad de
Murcia, otros 180 kilómetros.
Las cosas no siempre salen como se espera y la pernoctación fue algo
difícil de digerir. Por lo que cambiamos la distribución de las etapas, ahora
saldríamos de Lorca hasta llegar a Murcia por el norte de la Región; al día
siguiente la tocaría al sur. Así que los dos únicos que concurrimos; Juan Bautista y yo, nos
encontramos en la estación del Carmen para coger el tren de las 6.35 a Lorca.
Aun nos permitimos el lujo de un buen desayuno en el Mesón Lorquino, antes de
comenzar a pedalear a las ocho de la mañana.
El día se presenta nuboso, amenaza lluvia y es algo fresco; buscamos la
carretera de Caravaca y empezamos a entrar en calor, nos esperan 42 kilómetros
de constante subida. Algunas gotas de lluvia hacen su aparición pero no llegan
a mojar. Por fin aparece La Paca, tomamos dirección a Doña Inés, aún queda
algún kilómetro de subida.
Cuando dejas hacer a su antojo a determinados programas ocurren cosas
extrañas. Preparé el track con Strava sin comprobarlo en profundidad, y mira
por donde me dirige por una pista sin asfaltar hacia La Encarnación, por el
camino viejo de Caravaca a Lorca. Decidimos continuar por nuestra carretera
hacia Cehegín, por lo menos esta asfaltada. Pedaleamos en dirección hacia el
paso entre las sierras del Burete al sur y las de las cabras y el Quipar al
norte. El paisaje se estrecha, carretera minimalista sombreada de pino y el
asfalto en condiciones aceptables. Serpentea por la umbría de la sierra del
Burete, el pinar más extenso e importante del municipio de Cehegín. Carretera
que va a desembocar al sur de la población, por lo que unos kilómetros antes
optamos por un desvío a nuestra izquierda que atravesando el Quipar nos lleva
en el centro de Cehegín.
No nos entretenemos, algo poco recomendable, pues se trata de una de
las poblaciones más bella de la zona del noroeste, con un casco histórico bien
conservado y estupenda gastronomía que bien merece una visita. Nosotros,
asiduos visitantes, decidimos buscar sin más dilación la carreterilla de
Canara, junto al embalse del Argos, que a través de Valentín nos Llevará hacia
Calasparra. Población famosa por su arroz con denominación de origen, aquí
entramos momentáneamente en contacto con él Segura que sigue su camino hacia el
sur mientras nosotros nos dirigimos al este, hacia la Venta del Olivo, paisaje dominado
por los frutales y la sierra del Puerto, que cierra el horizonte por el norte.
Buen asfalto y demasiado tráfico.
De la Venta del Olivo a Jumilla la vid es la protagonista, que alterna
con modernas plantaciones de hortalizas, totalmente mecanizadas, que ponen el
producto directamente en la mesa sin más manipulaciones. El horizonte cubierto,
cada vez más negro, no augura nada bueno. Caen las primeras gotas que pronto mojan
la carretera. Ahora ya es lluvia cerrada, Juan Bautista va delante, pero parece
que está detenido; ha pinchado. Bajo la incomodidad de la lluvia reparamos y
seguimos adelante. Entramos en Jumilla.
Tenemos hambre; buscamos donde saciarla; el bar Sebastián, en la plaza
de abastos, puede ser un buen sitio. Mientras me lavo las manos Juan ya he
empezado a pedir; veo sobre las mesa unas cervezas bien frías y un plato de
jibia a la plancha. Me siento a la mesa y Juan va al baño, cuando vuelve ya hay
sobre la mesa un plato de embutido variado. Ya juntos, pedimos garbanzos con
chorizo y oreja en salsa. Creo que es suficiente y más si pensamos que nos
quedan por encima de cien kilómetros para llegar a casa. Aún así, nos tomamos
un par de trozos de pan de calatrava y café.
Cuando nos ponemos en marcha sigue lloviendo. Es algo desconocido para
nosotros, es muy improbable que montemos en bicicleta si llueve. Son pocos los
días que lo hace y entonces nos quedamos en casa. Esta vez es diferente, lo
teníamos todo programado y Juan se había tomado el día. Mientras pedaleaba; lo
hacía con una sonrisa en los labios, acordándome de Carlos y Luisa, entrenando en el
garaje durante todo el invierno y;
cuando llega la primavera; también. Es lo que tiene Cantabria; tan
verde; tan hermosa.
La carreterilla del Carche tiene el asfalto regular y pica hacia
arriba, pero es tranquila y agradable. Pedaleo bajo la lluvia sin más
complicaciones que el paso embarrado de las obras de la futura autovía de
Yecla. Pasan monótonos los minutos, los kilómetros empiezan a hacerse notar, el
final del pequeño puerto formado por las estribaciones de la sierra está a punto
de acabar y ya todo será más sencillo hasta la Capital. Noto algo extraño en la
rueda trasera. He pinchado. Un pequeño contratiempo fácilmente solucionable.
Desmonto, revisó la cubierta y pongo cámara nueva. Lo más molesto inflar de nuevo
la rueda con estas bonitas y minimalistas bombas, pero con las que tienes que
bombear "millones" de veces hasta conseguir introducir la presión
suficiente para continuar. Juan me está esperando en lo alto del puerto, me
pregunta por el retraso y le cuento lo que ha pasado. Continuamos a buen ritmo
hacia Pinoso.
¡Juan creo que he pinchado otra vez! A la entrada de Rodriguillo,
volvemos a cambiar la cámara, ya es la segunda. Esta vez me ayuda Juan y
terminamos antes. Bajo la cuesta Colorada con la barbilla sobre el manillar,
lanzado a todo trapo. A la altura de la Venta de los Collares, ¡no puede ser!
¡Años sin pinchar y hoy es la tercera vez! Hemos desmontado la cubierta para
revisarla al derecho y al revés, nada. Juan solo tenía una cámara de repuesto y
la había usado, así que ponemos un parche a una de las cámaras usadas y
continuamos rezando por qué todo termine bien, aún nos quedan más de cuarenta
kilómetros y empieza a atardecer.
Al entrar en Murcia lo primero que hago es parar en una tienda de bicis
al paso y comprar un par de cámaras, mañana hay que hacer la otra mitad de las
200 Millas y no nos podemos aventurar.
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