Magnifico el lechazo de Arévalo. Jugoso y crujiente en su
justa medida que hemos acompañado con una ensalada templada de bacalao. Para
finalizar; torrija con confitura de naranja amarga; de vicio.
Juan Bautista estaba, como es habitual en él, en la puerta
de mi casa a la hora acordada. Al final el que se ha retrasado un poco he sido
yo; me ha costado un buen rato borrar los 32 gigas del la llave de memoria que
me quería traer, al ir a guardar los archivos del Triangulo Santo, descubre que
está llena. Esto pasa por dejar las cosas para última hora.
Del recorrido poco que contar, un coche de alquiler y parada
en la Roda, bar Juanito a desayunar. Una torta de chicharrones y unos cafés han
sido suficientes. Parada para comer en el Figón de Arévalo y sin solución de
continuidad hasta Santiago.
No hemos equivocado con el alojamiento, escogido en un
principio por su proximidad a la estación de ferrocarril. Al llegar en tren no
quería que estuviera muy alejado y una noche se pasa en cualquier sitio.
Para la cena; unas pizas y a la cama. Mañana nos espera un
día duro, unos cien kilómetros hasta Lugo y mucho desnivel acumulado debido al
continuo subir y bajar por estos viejos montes gallegos.
Mariano Vicente, en Santiago a 5 de junio de 2016
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