jueves, 9 de junio de 2016

Triangulo Santo: Jornada 4 Tineo-Oviedo




Navegamos casi a ciegas, un manto húmedo de niebla lo cubre todo, se condensa en los  cabellos, en los tubos de la bicicleta, en el casco y gotea como si lloviera. Pero nos preocupa más el tráfico que no vemos hasta no tenerlo en cima. Llevamos las luces encendidas pero servirán de poco. Hacemos un alto a esperar que despeje. Los peregrinos pasan como fantasmas envueltos en la capa húmeda con la que se ha cubierto la mañana. Después de un rato decidimos seguir. De la carretera algo, del paisaje no vemos nada. Pasan lo kilómetros, pero no la niebla, que con el paso de las horas se irá convirtiendo en una espesa capa de nubes que nos impedirá ver el sol.



La nacional 634 se convertirá en nuestra aliada para devorar kilómetros. Pasan veloces, etéreos, como ausentes los pueblos, apenas unas pocas casas, algún hórreo, el mugido de  alguna vaca. El paisaje diluido, la carretera difuminada. A Salas la dejamos atrás, al igual que Cornellana y veloces llegamos a Grado; preguntamos a una señora por un lugar para almorzar.

-Yo mismo les doy, les puedo hacer unos bocadillos calientes

Nos debió ver cara de espanto porque enseguida se apresuró a decir:

-No se preocupen, yo tengo un bar, ese pequeñito de ahí delante.
-No faltaría más señora, que lo que hay es hambre y si usted nos lo soluciona, el trato ya está hecho.



Casualidades de la vida, entre todos los transeúntes que por la plaza iban, venir a preguntar a la dueña de un bar cercano. Unos bocatas calientes de lomo fresco adobado y otros de chorizo ligeramente picante hemos devorado en menos tiempo del que cuesta contarlo, en plena calle viendo pasar a las guapas mozas del lugar. Pero el día no acompaña y termina haciendo frío, por lo que hemos decidido continuar y entrar en calor.



Dejamos la nacional 634 que nos ha acompañado, hasta el momento en Peñaflor, para seguir el camino que serpentea junto al otro lado del Nalón. El camino; misterioso, en un meandro, se aleja internándose en la espesura. Se retuerce y coquetea con porcentajes imposibles, el piso cubierto de hojarasca,  húmedo y resbaladizo. Cuando el follaje se abre es casi peor. Rampas hormigonadas que no bajan del 25% nos harán retorcernos sobre los pedales, tensar los músculos hasta un punto de no retorno.



Oviedo esta cerca; a la entrada decidimos visitar Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, lo que no hará subir de nuevo, pero la belleza del lugar y de las construcciones bien lo merece. Desde aquí a la Catedral de San Salvador a sellar la credencial.



Mariano Vicente, Oviedo 9 de junio de 2016.

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