sábado, 11 de febrero de 2017

De Murcia a la noria del Tío Rapao



Hace un día "horriblilis". Vientos entre 30 y 40 kilómetros por hora del nor-noroeste se confabulan para quitarle la alegría a la mañana. Desisto del recorrido que tenía previsto para dirigirme río arriba, contra el viento, con la esperanza de que al regreso todo fuera más fácil. Hoy creo que voy hacer el recorrido relajado, incluso turístico. Pasamos cientos de veces por los mismos sitios y ni siquiera reparamos en ellos, más pendientes de la velocidad o de acumular kilómetros que del paisaje que nos rodea. Nos sorprendes así rincones que de otra manera pasan totalmente desapercibidos; esa ermita, aquella noria, la acequia hinchada de agua que se desangra en múltiples hijuelas regando las tierras de alrededor y que nosotros cruzamos sin apenas percatarnos. Por el Cuartel de Artillería accedo al carril-bici de la mota del río; el viento te abofetea o te da una calleja según la orientación del meandro, pero son mayoría las bofetadas. Cuando arrecia la racha casi te deja parado, menos mal que soy un hombre paciente, poco a poco voy cogiendo mi ritmo y alcanzo una velocidad que supera los 20 K/h que para mí y con este viento no está nada mal.


Caen los kilómetros y llego a la Contraparada sin contratiempos. La Contraparada es el Azud Mayor de la huerta de Murcia, esta situado a unos 12 kilómetros de la capital y es el partidor de las dos principales acequias, la que riega el heredamiento norte, la Aljufía y la que hace lo propio con el del sur, la Alquibla. Su origen esta documentado desde el siglo X, pero es posible que sea mucho más antiguo, probablemente de época romana, como así parece atestiguar los yacimientos encontrados en la Senda de Granada y en Los Arcos. Hoy, sin dejar su función de riego, se esta potenciando como área recreativa y entorno paisajístico. De chavales no necesitábamos de declaraciones institucionales para divertirnos. Pasamos muchas horas, incluso en pleno invierno entre sus aguas, jugando entre cañaverales en estado casi salvajes, donde fochas, pollas de agua, patos y un sinfín de bichos pululaban a sus anchas. En época de desove, los barbos intentaban superar la presa en vertiginosas carreras contra corriente. Muchos; cansados, se dejaban caer por la pendiente. Nosotros les esperábamos al final de la presa, con nuestros débiles brazos colocados en forma de pala y formando una enorme tenaza con el pecho, tal era el ímpetu, tamaño y peso de algunos de ellos que terminábamos todos en el fondo del río.


Continúo hacia la carretera de Molina, el viento continua soplando con fuerza, paso la Torre y la Ribera hasta llegar a la ermita de la Consolación a la entrada de Molina. Es una ermita que ha estado aquí desde la Edad Media, aunque su edificio es de estilo moderno, construido en 1976 a suscripción popular. La imagen de la patrona, también de origen medieval, fue destruida y se sustituyo por otra similar de Bernabé Gil. Por su parte trasera pasa el Segura y había aquí una barca, de las denominadas de baroma, que daba servicio al barrio de La Hoya y era conocida popularmente como el barco de Leandro. Continuó por la vía verde del Noroeste para deshacerme del tráfico que una importante población como Molina genera. Al otro lado, continuo hacia El Llano por una carreterilla más tranquila que discurre por el paraje de la  Huerta de Arriba, y luego por el camino asfaltado del Hondón hasta las espaldas del museo etnográfico Carlos Soriano. En 1875, un tal Joaquín Portillo terrateniente del lugar, vendió al abogado Carlos Soriano unas tierras en El Llano de Molina con noria incluida situada sobre la acequia Subirana, y este creo una colonia agrícola poniendo en cultivo las tierras con olivo y morera -ya había subvenciones en aquella época-. Por ley estas colonias debían de disponer de viviendas, -hasta seis llego a tener-, para los colonos, escuelas para sus hijos, almacenes comunales y hasta una iglesia que se construye en 1892. El museo como tal surge en 1999 con la adquisición de los inmuebles por parte del ayuntamiento de Molina. Esta compuesto por la propia ermita y la casa solariega del abogado. Es un edificio de dos plantas, la baja de servicios y la superior de dormitorios. Se conservan la cocina original, los tinajeros y el dormitorio y en las salas habilitadas para exposición hay trajes regionales, enseres y menaje de la época.


Continuamos hacia Lorquí, pasando sobre la vía de ferrocarril de Madrid-Cartagena. Dicen que aquí, en el cerro donde esta asentada la población, se dejo la vida Cornelio Escipión, cercado y vencido por las tropas cartaginesas de Asdrúbal Barca, en el 211 a.C. Pueblo huertano, -llego a tener hasta 12 norias-, tuvo una importante industria conservera, hoy venida a menos. En la plaza, frente a la iglesia de Santiago Apóstol, parte una calle que tenemos que dejar por la primera que nos sale a la derecha, -de la noria se llama-, que nos lleva precisamente a una coqueta noria situado junto a las últimas casas de la población. Es una vieja noria -hoy restaurada-, de hierro y madera que en sus buenos tiempos llego a regar 300 tahúllas. Esta formada por 14 pares de radios y 84 cangilones con un diámetro de 4,50 metros, hoy es un mero objeto decorativo tras haber desaparecido el antiguo canal de riego, aunque se ha sustituido por otro que sirve para poner la noria en movimiento. Aledaña a la población en su lado norte, a un par de kilómetros de distancia se encuentra la noria del Tío Rapao. Es una rueda de grandes dimensiones construida de hierro y madera con 112 cangilones y 156 paletas que ha sido restaurada recientemente. Esta declarada Monumento Histórico Artístico Nacional, regaba tantas tahúllas como la más pequeña de Lorquí; unas 300 tahúllas.


Decido regresar, esta vez sí, con el viento a favor. Es una verdadera gozada rodar a más de 30 k/h. sin apenas esfuerzo. Utilizo prácticamente el mismo recorrido para la vuelta con pequeñas variantes como utilizar el tramo de la Huerta de Abajo, en el Llano de Molina. Pasar junto a un precioso bosque de ribera que forma el Segura en esta zona donde una joven pareja juega a pescar mientras se enamora, o un trozo de la Vía Verde desde la entrada a Molina hasta La Ribera y Javalí Viejo, sede de nuestros amigos de K2 y la antigua Fabrica de la Pólvora. Después el carril-bici nos devuelve a Murcia por la mota del río.


Mariano Vicente, 8 de febrero de 2017

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