viernes, 20 de octubre de 2017

Reconciliare

Fuente: Las Edades del Hombre


Los que visitan esta blog quizá se sorprendan de la temática de esta entrada que nada tiene que ver con la bicicleta, o si, depende de la perspectiva con la que se contemple, pues no es más que una forma de aprovechar el regreso a Murcia tras participar en la marcha de bicicletas clásicas La Retrovisor que se celebró en un Solares (Cantabria) el 9 de septiembre.

Cuéllar es un pueblo que sorprende al viajero. Uno no espera encontrarse con el fenomenal castillo de los duques de Alburquerque, ni que en su torre del Homenaje se encuentren los legajos de la Casa Ducal, uno de los archivos nobiliarios más importantes de España, pero si no es suficiente, también se encuentra aquí el Archivo Histórico Municipal. Forman sus murallas, hoy restauradas en buena parte, uno de los conjuntos defensivos más importantes de Castilla, formado por dos recintos, ambos con contra muralla. Antes de entrar a la exposición, realizamos un paseo por su casco antiguo empapándonos poco a poco de su trazado medieval. Caminamos calle abajo, para por la capilla de la Magdalena llegar al palacio de Pedro I, seguir bajando hasta la Plaza Mayor y el Ayuntamiento para regresar por San Esteban y la Judería, que llego a ser una de las más importantes de Castilla, hasta San Andrés y comenzar aquí la visita a las Edades del Hombre. 



Reconciliare; en latín, viene a significar: “atraer y acordar los ánimos desunidos”. Reconciliare es una reconciliación de Dios con el hombre y de este consigo mismo, es el titulo y el fin de la exposición Las Edades del Hombre que este año 2017 tiene su sede en Cúellar. Comenzaremos nuestro recorrido por la iglesia de San Andrés bajo el título Heri -antaño- un Dios reconciliador de los humanos en los tiempos primordiales. Este recorrido tendrá su sustento en un libro, la Biblia, básico en la cultura occidental y la exposición desarrollara esta relación entre Dios y el hombre a través de una serie de claves validas en todos los tiempos que podemos resumir en:

-Los seres humanos rechazan a Dios y apuestan por la violencia y la muerte
-Dios deja siempre la puerta abierta a la reconciliación

El recorrido nos va mostrando una serie de obras, algunas restauradas para la ocasión, siguiendo el hilo de las dos claves anteriores con tallas y pinturas, algunas muy antiguas, que nos van llevando de la mano hasta la salida. No es posible realizar fotografías pero seguro que podréis encontrar información en la Red, solo mencionare alguna obra de las que más me gustaron o sorprendieron, como la del Padre Eterno de Narciso Tomé realizada en 1730 en madera policromada De la Iglesia de San Julian en Toro. Otra imagen impactante es el Cristo del Perdón, de Luis Carmona, talla procesional realizada en 1753 y procedente del Museo de la Trinidad de Atienza (Guadalajara). No soy capaz de describir el profundo dolor que refleja su mirada, pero al mismo tiempo, vueltos sus ojos al cielo, proclaman su aceptación. Sus manos abiertas y su rodilla posada sutilmente sobre una bola del mundo donde esta pintado El Paraíso en el momento en que Eva da de comer a Adán la fruta del árbol prohibido, representa su intermediación entre Dios y los hombres. Se continua con una serie de obras representando la muerte de Abel a manos de Caín, la Maldición de Dios, El Diluvio, las Torres de Babel y por fin Abrahan; la reconciliación.



Continua la exposición por la iglesia de San Martín con el título In figura -Para ejemplo-, donde la clave será la historia sagrada de Israel y nuestra historia profana en un intento de descubrir la relación entre Dios y los hombres con una constate oferta de reconciliación por parte de Dios. El hilo que nos conduce entre las imágenes que da reflejado en el salmo 78:

Hizo portentos en la tierra de Egipto…
Pero ellos se rebelaron contra el Altísimo…
Entonces la ira De Dios hirvió contra ellos…
Él, en cambio, sentía lastima,
Perdonaba la culpa y no los destruía,
Acordándose de que eran de carne,
Un aliento fugaz que no torna.

Tenemos así una serie de obras, sobre todo oleos,  que reflejan el paso del pueblo de Israel por el desierto, la mayoría del siglo XVII, y que llegan hasta la anunciación del Señor. Sin salir de San Martín, continuamos con el Capítulo III Hodie -Hoy-, donde Dios sigue ofreciendo la reconciliación por medio de Jesucristo. Descubrimos así que el camino que nos muestra la Biblia no es otro que el camino hacia Jesus de Nazaret: “el nuevo Adán, el hijo de David, el hijo de María, el Hijo de Dios. El amor de Dios hecho realidad en su hijo para salvación de los hombres.

-Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. (Carta a los Romanos 5,8)

Recoge la exposición una serie de obras que nos hablan de la vida de Jesus, de sus obras, en especial las relacionadas con su facultad de perdonar y su labor de pastoreo de los hombres, haciendo especial hincapié en la parábola del hijo pródigo, hasta su muerte en el monte Calvario y su desprendimiento de la cruz. 

Iglesia de San Esteban, Capítulo IV Semper -Siempre-, la Reconciliación encomendada por Dios a la Iglesia.

Ya no es Dios el único que puede perdonar, el perdón siempre estará disponible, sus brazos siempre abiertos, receptivos a la reconciliación.

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesus, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros… Soplo sobre ellos y les dijo: Recibid el Espirito Santo; a quien les perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quien se los retengáis, le serán retenidos. (Juan 20, 19-23)

Desde entonces; la Iglesia cumple el mandato de Jesus perdonando los pecados, y lo hace a través del sacramento penitencia. Muestra la exposición ejemplos de penitencia, de la fe de los cristianos en el perdón de los pecados, el afán de reparar el daño y reconciliarse con Dios. Obras de penitencia; San Pedro, Magdalena, San Jerónimo, San Francisco, San Ignacio, San Agustín, bulas papales de perdón y sepulcros en espera de la Resurrección.



Sepúlveda

Tras “Reconciliare” y comer una buena ración de buey en La Brasería, animales que crían en sus propias fincas, nos desplazamos a Sepúlveda a la que llegamos ya atardecido, el sol ya bajo dejaba en claroscuro la población arrancando destellos dorados en las cristaleras del sur. Nos alojamos en el hotel rural Vado del Duratón, situado intramuros de la ciudad, en el casco antiguo en una zona muy tranquila junto al Arco del Azogue o del Ecce Homo. Es este un pueblo antiguo, ya habitado por la tribu de los arévacos. De la época visigótica es la necrópolis excavada en Duratón, pero la primera mención a la villa de Sepúlveda se produce en la Crónica de Alfonso III, siendo repoblada por Fernán González en 940. Frente al hotel esta la Casa del Moro, edificio blasonado en la que esta esculpida la cabeza del moro Abubad, alcaide de la ciudad, al que según la leyenda Fernán González, en lucha cuerpo a cuerpo corto la cabeza. 



Aún no es hora de cenar y damos un paseo encaminándonos hacia la Plaza de España, tras pasar bajo la Puerta del Azogue. Situada en un principio a extramuros de la ciudad, en ella se celebraron ferias y mercados y hasta corridas de toros desde el año 1603 hasta los años setenta del siglo XX. El lugar más famoso de la plaza es el Lugar de la Paciencia, banco situado bajo la fachada del Castillo y donde desde antiguo dejan pasar monótonas las horas las personas mayores de la localidad. Es este un edificio singular; marcaba los limites de la Villa, construido sobre la muralla árabe del siglo X por los condes de Sepúlveda en el siglo XVI, conserva tres de los torreones originales. En el XVIII se le adoso un fachada barroca acompañada de una espadaña en el torreón central. Durante un tiempo fue ayuntamiento, pero se le conoce por “El Registró” lugar donde se pagaban los aranceles de los productos que entraban en la población. Junto a él se encuentra la cárcel de la Villa, hoy oficina de turismo y enfrente un magnífico balcón natural sobre las hoces que forma el río Caslilla. Seguimos hacia unos arcos de piedra, rematados por unas bolas también en piedra, probable entrada a la judería desaparecida en 1468. Seguimos callejeando hasta acceder al punto más elevado de la población, junto a la iglesia del Salvador, una de las muestras más importantes del primitivo románico segoviano. Bajamos por El Barrio de Trascastillo de nuevo a la Plaza de España, para seguir por callejuelas estrechas apenas iluminadas por amarillentos faroles, vetustos edificios se apoyan sobre columnas de granito, esforzándose por seguir la línea recta que no siempre consiguen. Soportales refugio añejas reposterías que nos llevan hasta una gastada escalinata de piedra y un crucero renacentista junto a la única iglesia que se conserva de las construidas extramuros, la románica de San Bartolomé. De regreso a la Plaza por la calle Barbacana decidimos descansar y cenar algo. Abundante oferta, por lo que elegimos al azahar y entramos en Casa Paulino, unas morcillas y un poco de lechazo asado, supongo que churro que es el habitual de la zona, me gusta tanto que soy incapaz de distinguirlos y los como de cualquier raza y condición.



Ya es otro día y desayunamos en los sótanos del hotel, que no son tales, pues una de sus fachadas forma un balconada con estupendas vistas de Sepúlveda y el Duratón. Visitamos la iglesia santuario de la Virgen de la Peña, descendemos estrecha escalinata casi esculpida en la roca, sobre las hoces del Duratón, hasta la cueva donde apareció la talla de la Virgen, probablemente de finales del siglo XIII. Nos gustaría quedarnos algo más, Sepúlveda tiene aún mucho que ofrecer, pero preferimos tener una excusa para volver y emprendemos nuestro camino hacia medieval Pedraza.

Pedraza



Sinuosa carretera que traza su camino a través de campos ondulados, páramos y valles punteados con el verde grisáceo de los olmos. Oscuras iglesias dan cobijo a un racimo de casas desparramadas a su alrededor, hasta que te descubres bajo lo que parece una fortaleza encaramada a un cerro. Sigues dando la vuelta a ese cerro tratando de encontrar una entrada, y te das de bruces con un arco en plena muralla; entras, te recibe el escudo de Íñigo Fernández de Velasco, calles estrechas de piedra y madera, de artísticas bajantes de zinc, te conducen hasta la explanada del castillo, único lugar donde dejar el coche. Bonito pueblo de calles medievales ocupando la totalidad del cerro situado entre los ríos Cega y Vadillo, todo amurallado y defendido por su castillo, se debió sentir durante siglos inexpugnable. El castillo es probable que se levante sobre un castro preromano. Construido en un principio por manos musulmanas, será la familia Velasco, duques de Frías y contestable de Castilla quien lo reconstruya y habite en él. Albergó o mejor retuvo a personajes ilustres entre los que destaca los infantes franceses, hijos del rey Francisco I, uno de los hermanos llegaría a ocupar el trono de Francia como Enrique II. Por desgracia es martes y no pudimos visitar el museo, porque este castillo lo adquirió en 1926 Ignacio Zuluaga quien lo reformo y convirtió en el museo que es hoy. Abre de miércoles a domingo, una excusa perfecta para volver. Al caminar sus calles empedradas, acuden a nuestra imaginación el resonar de pasos ancestrales, de mercaderes y señores en pleno apogeo del comercio de la lana que construyeron aquí sus casas blasonadas que hoy se conservan intactas,  casi como lo estaban en el siglo XVI. Llegamos así a la Plaza Mayor; grande, porticada e irregular, de enormes caserones de fachadas blasonadas, en estos días de fiestas patronales, ha sido transformada en plaza de toros, pero eso no nos impide acceder a uno de los viejos caserones de suelos de madera, bajas puertas y desgastadas escaleras. En el primer piso, un alto balcón deja pasar, tamizada por unos visillos, los rayos del sol que iluminan un inmaculado mantel blanco, sobre él, una oscura cazuela de barro contiene un jugoso lechazo, plato en estas tierras omnipresente, y que bien merece la fama, pero que eclipsa a otros quizá más modestos, pero igual mente sabrosos como las alubias de las que no quisimos prescindir. Abandonamos la población por la misma puerta de la muralla por la que entramos, que en en tiempos fue cárcel y hoy recibe y despide a los viajeros que visitan este precioso pueblo segoviano a las puertas ya de la Sierra de Guadarrama.



Mariano Vicente, septiembre de 2017. 

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