martes, 6 de octubre de 2020

Por el Valle de la Vera

 


Martes 6 de octubre

Este es el segundo efecto colateral de la III Cicloclásica de Albalat, aunque he dormido estupendamente no he dejado de darle vueltas a la ruta de hoy y sobre todo al tiempo que tengo que estar sentado en el coche después de ella. Tengo previsto comenzar en Casas del Castañar para ir hacia el valle del Jerte y a la altura de Valdastillas subir el Piornal y bajar a Garganta de la Olla, monasterio de Yuste y regreso por Jaraíz de la Vega y Pasarón. A las ocho estoy desayunando y sigo dándole vueltas a los 87 kilómetros y los 1,800 metros de desnivel acumulado, mucha faena para estar sentado en el coche toda la tarde. Termino de desayunar, recojo y poco después estoy camino de Casas del Castañar. Mientras me acerco a Plasencia no dejo de darle vueltas al asunto, no me lo puedo quitar de la cabeza. No sé de dónde surge la idea, supongo que mandó el subconsciente, al llegar a Plasencia en lugar de girar hacia el Jerte lo hago hacia Jaraíz de la Vega.

Voy camino de Garganta de la Olla, ya con la bicicleta. La ruta prevista se ha ido al traste y solo voy a hacer escasamente un tercio de ella, ida y vuelta a Jaraíz por Garganta de la Olla y el monasterio de Yuste. Poco después estoy en la CC-17.3 camino de Garganta de la Olla, he leído que es un pueblo de arquitectura “popular” que realmente no se lo que es, supongo que se refiere a tradicional con balconadas de madera y muros de piedra y esas cosas. La niebla salta en cascada sobre la sierra de Tormantos igual que debía haber hecho yo. El sol ilumina a contra luz las últimas estribaciones de Gredos y Garganta de la Olla aparece recostado sobre la ladera. Es un pueblo serrano de calles estrechas y casas de adobe con estructura de madera de castaño o roble, abundante en la zona, balcones de madera, algunos sustentados por pilares. Muchas de las casas tienen hasta tres plantas; bodega, principal con la vivienda y solana o desván. A la entrada te recibe la ermita del Santísimo Cristo del Humilladero y una plaza elevada con edificios singulares. Sigo por la calle del Chorrillo y me encuentro una casa con balcón del que cuelgan los geranios, la fachada pintada de azul añil, luego me entero de que es la casa de las Muñecas, prostíbulo de los tiempos de Carlos V. Entro en la coqueta plaza mayor con su picota y varios edificios señoriales, a un costado la iglesia de San Lorenzo, del siglo XVI. Abandono el pueblo por el barrio de la Huerta, el más popular, con sus balcones llenos de flores y calabazas puestas a secar.

Bajo hacia la Garganta Mayor, actualmente lugar de esparcimiento y antes levadero y baño público de la gente del pueblo. Me detengo junto al puente y tomo un corto camino que me lleva hasta una pequeña cascada. De regreso a la carretera me detengo en el mirador de la Serrana presidido por la estatua de una mujer vestida con falda a media pierna, puñal al cinto, ballesta al hombro y larga trenza. Protagonista de leyendas que ya gozaban de merecida fama en el siglo XVI y dio lugar al Romance de la Serrana del que fueron protagonistas Luis Vélez de Guevara allá por el 1623 y Lope de Vega en 1617. Cuenta la leyenda que la Serrana de la Vera no era ni más ni menos que Isabel de Carvajal que iba a desposarse con un sobrino del obispo de Plasencia y esté la desprecio. Deshonrada, se echó al monte jurando vengarse de los hombres. Normalmente los romances la presentan como una hembra de gran belleza que degollaba a los hombres después de gozarlos, unos la ensalzan como heroína, otras la tachan de bandolera que muere en manos de la inquisición. Del mito se llega a decir que era mitad mujer y mitad yegua enlazando con mitologías de sustrato mucho más antiguos.


Palacio de Yuste; madrugada del 21 de septiembre de 1558, el que había sido el hombre más poderoso del mundo expira rodeado de sus sirvientes. No deja de ser paradójico que se traslade a Yuste buscando un refugio aislado del mundo, con clima sano y propicio para la gota y muera de fiebres tercianas a los pocos meses de llegar. «Está tan bueno y gordo y con tan buen color, como no lo he visto después que entró en Yuste», escribía el secretario del Emperador pocos meses antes de que entrara en un proceso febril que terminaría costándole la vida. Fue un simple mosquito el que acabó con él transmitiéndole la malaria. El paludismo era frecuente en aquella época en muchos lugares de España y hasta muchos siglos después no sería erradicado. Continuo la ruta y poco más adelante me encuentro con un curioso cementerio en el que sus moradores son todos de nacionalidad alemana. 180 cuerpos están allí enterrados, hombres fallecidos durante la I y la II Guerra Mundial, soldados, marinos y aviadores caídos en las costas y tierras españolas. El gobierno alemán decidió reunir en un único lugar los cuerpos de los soldados alemanes repartidos por la geografía Española. Las tumbas son todas iguales; una cruz de granito negro plantada directamente sobre la tierra, una inscripción en la que figura el nombre del soldado, su categoría militar y la fecha de nacimiento y muerte. Se encuentra operativo desde el 1 de junio de 1983.


Jaraíz de la Vega es hoy por hoy, la capital del pimentón, algo que Murcia se ha dejado arrebatar. Este famoso condimento derivado del pimiento tiene en Jaraíz su propio museo situado en el palacio del Obispo Manzano en la Plaza Mayor. Para proteger y potencial el pimentón de la Vera, pienso que con muy buen criterio, se creó este museo en el año 2007. Hace un recorrido a lo largo de la historia y el proceso de elaboración en esta parte de Extremadura, que aunque parecido al de Murcia, difiere en algunos aspectos como el secado, que aquí se hace a través de calor y humo; en Murcia, es el sol el que hace el trabajo. En Jaraíz se utiliza preferentemente las variedades alargadas Ocales, Jaranda, Jariza, Jeromín (picante) y en menor medida el de bola; más dulce, que es el que se utiliza normalmente en Murcia. Cuando salgo del museo oigo un comentario que hace un paisano a los contertulios sentados a la mesa de una cafetería cercana: -“no sabía que se podía visitar el Museo del Pimentón en bicicleta”, y es que había dejado la bicicleta dentro del museo, en el vestíbulo. Continuo con un pequeño recorrido por el casco viejo y su Plaza Mayor, es una plaza curiosa, rectangular y situada a dos alturas, algo poco corriente en espacios de este tipo, lo que sí tiene como otras muchas, son soportales que jalonan gran parte de su perímetro. Visito el exterior de las iglesias de Santa María y San Miguel y dejo la bici en el coche. Ahora, ya de “paisano”, doy una vuelta por el pueblo, en esta ocasión indagando por otro tipo de monumentos, los especializados en la gastronomía jaraiceña, buscando algo de embutido elaborado con su reconocido pimentón y, con suerte, una buena caldereta de cabrito.


Mariano Vicente, 6 de octubre 2020

 

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lunes, 5 de octubre de 2020

Por los Valles del Ambroz y Jerte


Estoy en Villar de Plasencia como efecto colateral de la III Cicloclásica de Albalat. Y se preguntaran; que tiene que ver una prueba que tiene lugar en Almaraz junto al Tajo, con Villar de Plasencia, mucho más al norte en el valle del Ambroz, pero todo tiene su explicación; venir desde Murcia a Extremadura no es tarea fácil, al menos para mí; son un buen puñado de kilómetros y unas cuantas horas sentado en el coche escuchando las tontas que dicen los políticos de uno y otro signo, que no solo de música vive el hombre. Como decía, para amortizar el viaje he decidido alargar un par de días mi estancia por estas tierras, tengo previsto realizar hoy una ruta que ronda los 100 kilómetros recorriendo el valle del Ambroz hasta Hervás, subiendo el puerto de Honduras hasta el Jerte y luego el Pitolero para regresar de nuevo a Villar de Plasencia. Y para mañana, desde el Jerte a la Vera, pero ya veremos, no adelantemos acontecimientos.

Hace frío por lo que no he madrugado mucho, son más de las diez cuando aparco y monto la bicicleta, es la misma que he utilizado para la cicloclásica, pero con algunos cambios como sustituir los pedales con rastrales por unos automáticos que me son mucho más cómodos, lo demás ha quedado como estaba. Comienzo el recorrido buscando la N-630, la encuentro junto a un área de servicio llamada El Avión, giro al norte. El recorrido es tranquilo, apenas tráfico, y el asfalto en perfectas condiciones. Solo molesta el viento; frío, fuerte y de cara, como no podía ser de otra manera. En esta parte de la ruta coinciden la carretera nacional, el viejo ferrocarril hoy convertido en vía verde y la calzada romana que dio lugar a la denominada Vía de la Plata, las tres corren juntas hacia el norte, hoy acompañada por una moderna autovía. Tramo que me trae viejos recuerdos de hace ya más de veinte años cuando, acompañado de mi hijo, hicimos el camino de Santiago por este mismo itinerario.

Tras poco más de ocho kilómetros abandono esta vieja nacional por otra carretera más modesta que me llevará a Casas del Monte, nombre puesto con cierta lógica pues cuesta lo suyo llegar a ellas, creo que en las inmediaciones hay algunos restos romanos, pero desde el asfalto no se ven. Aquí, la carretera gira otra vez al norte, se dirige a Segura de Toro siguiendo el veril de los seiscientos metros lo que nos permite unas magníficas vistas del valle del Ambroz. Podemos ver como la nueva autovía asciende el Puerto de Bejar, a sus pies el embalse de Baños y más hacia el sur el de Gabriel y Galán en el Alagón. A nuestra derecha nos escolta una sierra de nombre curioso, los Montes de Tras la Sierra, todos ellos cubiertos de jóvenes castaños. El camino se hace llevadero, pero con constantes subidas y bajadas, hasta llegar a Gargantilla, aquí cuesta trabajo saber cuál es el rumbo de la carretera entre calles de fuertes rampas, tras preguntar a algún paisano logro encontrar el camino correcto.

Mientras pedaleo pienso si pararé en Hervás, es un viejo pueblo en el que he estado en varias ocasiones, hace 500 años fue una de las mayores juderías de España a pesar de que los judíos solo se quedaron siglo, fueron expulsados en 1492. Es un poco pronto para comer y apenas tengo hambre por lo que decido continuar directamente hacia el puerto de Honduras, al acercarme al pueblo, en lugar de pasar bajo el viejo ferrocarril, continuo hacia la derecha y junto a la antigua plaza de toros entronco con el puerto de Honduras. Voy solo y no me espera nadie así que me lo voy a tomar con calma, quiero disfrutar y no padecer. Circulo despacio, siempre con un porcentaje que fluctúa entre el seis y el siete por ciento, los castaños silvestres sombrean la carretera de tal manera que en algunos puntos da la sensación de circular por un túnel. Crecen finos, esbeltos, amontonados unos junto a otros, con sus troncos cubiertos de líquenes, solo de cuando en cuando se abre paso entre la espesura un ejemplar de mayor porte, cuajado de erizos o cúpulas que guardan en su interior el preciado fruto: las castañas ¡Más de media docena pueden llegar a contener cada una!

Poco a poco, quizá demasiado poco, voy tomando altura, dejo atrás el paisaje protegido del Castañar del Gallego y el estrecho valle de las Veguillas empieza a vislumbrarse entre los claros. Cada vez con mayor frecuencia el bosque de castaños se abre y la sierra de la Cabrera se muestra en todo su esplendor. La carretera cambia de sentido y se retuerce intentando ganar altura, se intuye que el final del puerto está cerca y casi sin darme cuenta estoy arriba. El bosque casi ha desaparecido sustituido por una pequeña e inhóspita pradera, un cartel junto a la carretera marca 1,440 m. Puerto de Honduras, repleto de pegatinas, me hubiera gustado tener alguna de Ciclismo sin prisa que las acompañara. Intento hacer unas fotos, pero el viento, sin nada que lo frene, sopla fuerte y lo convierte en una tarea incomoda. No ha sido un puerto muy duro, casi todo el tiempo se mantiene en porcentajes asequibles, alrededor del 6 por ciento, con alguna rampa que alcanza el 10, pero son pocas y cortas. Al otro lado, a mis pies, se abre el valle del Jerte. Me pongo el cortavientos y me lanzo puerto abajo. Pero no, ha sido un espejismo, la carretera ha decidido gastarme una broma y vuelve a subir con porcentajes del siete por ciento.

Ahora sí, ya es cuesta abajo de verdad, me lanzo pero con precaución, no conozco el puerto y voy solo. Me cruzo con una pareja de ciclistas, los únicos seres humanos que he visto desde que comencé a subir, tampoco me he cruzado con ningún vehículo, ni bicho alguno. Desemboco en la N-110 y giro hacia Cabezuela del Valle, mientras me acerco al pueblo se me agolpan los recuerdos de la primera vez que visité este valle. Puerto de Tornavacas, mes de marzo, un frío del carajo y un viento del que lo que menos te preocupaba era que te despeinara; y allí estábamos mi mujer y yo, como dos bobalicones contemplando embelesados el valle del Jerte en flor. Me dejo de recuerdos y regreso a la realidad, entro en Cabezuela del Valle y tengo hambre, encuentro una terraza, queso, cerveza...

Voy valle abajo con un pedalear fácil, Navaconcejo es el primer pueblo que me encuentro, algunas fotos y continuo Jerte abajo. A uno y otro lado los pueblos cuelgan de las laderas, la sierra de los Tormantos cierra el valle por el sur y la de Tras la Sierra lo hace por el norte, a nuestras espaldas la imponente Sierra de Gredos. Pronto veo un pueblo suspendido de la ladera derecha, puede ser El Torno, al que debo subir si quiero regresar a Villar de Plasencia. Y efectivamente pronto descubro el cartel con el desvío y la verdad es que me acojono un poco, no parece que haya mucha distancia hasta el pueblo, sin embargo está muy alto, casi en la vertical, los porcentajes deben ser de órdago. Así es, nada más comenzar aquello se va al diez y doce por ciento, y no afloja, no, sigue en el mismo tono un buen rato. Un descanso en el Mirador de la Memoria, esculturas de Francisco Cedenilla en memoria de los olvidados. Las vistas son espectaculares sobre el Valle del Jerte y la Sierra de Tormantos. Sigo sufriendo un par de kilómetros más hasta llegar a El torno y me llevo la desagradable sorpresa, aunque ya la esperaba, de que aún me quedan cuatro kilómetros para coronar.

Este tramo del puerto es mucho más “confortable”, son cuatro kilómetros de suave subida, el paisaje cambia un poco y el bosque de castaños y robles es sustituido por pequeñas dehesas, en una de ellas se encuentra en roble singular, el Acarreadero. Es un árbol majestuoso, en plena madurez, con una estructura impresionante y eso que tiene cortadas algunas ramas, su nombre es posible que provenga de servir de descansadero al ganado, se dice que bajo su copa podían descansar más de 1,000 ovejas. El paisaje se abre aún más, la subida se vuelve más tendida y todo presagia el final del puerto. Comienza el descenso y un pueblo aparece abajo, por mi izquierda, es Cabezabellosa con el caserío arremolinado alrededor de la maciza torre de su iglesia. No me entretengo mucho y continuo el descenso entre fuertes rampas y cerradas curvas, Villar de Plasencia aparece casi de improviso, es el final de mi recorrido por hoy. Esta mañana, junto al cruce de la Nacional-630 he visto un Hostal, el Avión creo recordar, si tiene habitaciones puede ser un buen lugar para dormir.

Mariano Vicente, 5 de octubre de 2020

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domingo, 4 de octubre de 2020

III CICLOCLÁSICA DE ALBALAT

 

El día esta desapacible y el viento amenaza con llevarnos al suelo. Diminutas gotitas se depositan sobre los cristales de las gafas difuminando la visión de esta carretera nacional de Extremadura, hoy convertida en una excelente plataforma para disfrutar del ciclismo. Unos pocos miembros de ese grupo de “locos” del ciclismo clásico nos hemos reunido en el aparcamiento del área de servicio de Albalat, muy cerca del pantano de Arrocampo donde estcentral nuclear de Almaraz, en la provincia de Cáceres. Esta central nuclear, la más vieja de España, empezó su vida útil en 1981 y si nada lo impide, alargará su vida hasta el año 2028 con lo que traspasará la barrera de los 40 años. El consejo de Seguridad Nuclear se ha pronunciado de forma favorable tras un análisis técnico y si el ministerio de Transición Ecológica no dice lo contrario, seguirá funcionando casi una década más. Nos ha convocado nuestro amigo Julian del Club Ciclista de Alamaraz para celebrar la III Cicloclásica de Albalat. Saludos, bicicletas al suelo, últimos preparativos y a la carretera.

 


Rápida bajada hacia el Tajo. Junto a la carretera armazones fantasmales de viejos restaurantes que ya no lo son. Pelados alcornoques que comparten su preciado terreno con plantaciones de eucaliptos. Vacas rumiando la placidez del día. La carretera comienza su ascensión, tres carriles favorecen nuestra marcha y nos proporcionan tranquilidad. El tráfico es casi nulo. Se mantiene constante el porcentaje de subida, no es dura ni excesiva, pero hace que te emplees a fondo. Estamos en el conocido puerto del Miravete, de lo que me enterare después. En el alto, frío, fotos y refrigerio. He probado lo que por aquí llaman morcillas, unas de patata y otras de calabaza y que yo siempre pensé que eran chorizos. El vino de pitarra estaba buenísimo pero las rachas de fuerte viento, heladas y húmedas hacían muy desagradable quedarse allí.

 

 

Comenzamos la bajada. El viento ha acumulado las nubes en la cara norte del puerto, llueve y hace frío, las gafas se saturan de esas gotas diminutas que tienes que quitar con el guante a modo de limpiaparabrisas. Nos desviamos hacia Casas del Miravete y de allí a Romangordo. Lo que sorprende del lugar son sus trampantojos; murales que decoran casas y calles creando la ilusión de transportarnos a otro lugar, a otro momento. Surgen así personajes y oficios tradicionales, poemas que cobran una nueva vida. El primer mural que me encuentro es sobre algo tan mediático como la mal denominada violencia de género. En él se muestra una mujer madura, dicen que la propia medre del autor, que libera una paloma de papel con las palabras “valientes, iguales y libres” escritas sobre sus alas. Dicen que hay más de un centenar repartidos por sus calles, aunque yo no vi tantos. Lucen en fachadas y puertas a los que se unen frases de poetas locales y grandes escritores foráneos. No hay rincón que no retrate un oficio, algunos situados en el mismo lugar en que antaño se ubicaban sus protagonistas.

 

 

Me entretengo, quizá demasiado y cuando llego al lugar de reencuentro no queda nadie, decido continuar en solitario, supongo que no será tan difícil volver hasta el punto de salida. Pero estaba equivocado, nada más salir del pueblo me encuentro con un cruce y la verdad es que no sé para dónde tirar, recurro a las nuevas tecnologías pero no las llego a utilizar, llegan Oscar y Julian que salvan la situación. Bajamos ahora hacia el Tajo observados por decenas de ojos indolentes, más preocupados por rumiar la vida que por tres locos que pasasan en bicicleta. Me dice Julian que a orillas del Tajo, al otro lado de la carretera, está el yacimiento de Medinat Albalat, asentamiento musulmán del siglo XII y es posible que algunos restos romanos.

 


Casi sin darnos cuenta, llegamos al aparcamiento del restaurante Portugal II, nuestro punto de salida y final de la ruta, donde terminaremos comiendo, pero eso ya es otra historia que no afecta a la crónica de nuestra ruta magníficamente organizada por nuestro amigo Julian y sus compañeros del Club Ciclista Almaraz. No quiero despedirme sin agradecer la importante labor desarrollada por Protección Civli al acompañarnos velando por nuestra seguridad y protegiendo los cruces. Muchas gracias y hasta el año que viene. 

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miércoles, 26 de agosto de 2020

Entre la sierra y el mar

Desde las minas La Positiva y Vulcano en la sierra de la Almenara a Parazuelos en el Mediterráneo
 
 
 
En el confín suroeste de la Región de Murcia, en el límite de los términos municipales de Lorca y Mazarrón y a los pies de la sierra de Almenara se asientan las diputaciones lorquinas de Morata y Ramonete, Ugéjar y Puerto Muriel y las pedanías mazarroneras de Ifre y Pastrana. Es un valle hermoso, árido y duro, frontera con las tierras del interior, erizado de torres vigía y castilletes mineros. Hoy, de unas y otros solo quedan algunos restos. En esta tierra de nadie es donde se desarrollara la ruta de hoy, seguiremos lo que queda del viejo trazado del ferrocarril minero que bajaba el mineral de hierro de las minas de Morata hasta el Mediterráneo en Parazuelos. Para ello nos hemos reunido cuatro amigos; María Jesús y Juanjo lorquinos de pro, Antonio Máximo y yo churubitos de la capital.
 
 
A finales del siglo XIX y principios del XX, cuando las guerras carlistas paralizan las minas vizcaínas, los ojos de numerosos empresarios mineros se vuelven hacia el sureste español. Dicen los vecinos que aquí todos son descendientes de mineros; bisnietos o tataranietos de aquellos que se dejaron la piel y hasta la vida por arrancarle a la tierra un trozo de mineral. Era casi el único medio que les permitía sobrevivir. Hoy todo son invernaderos para el tomate y cosas así, se han olvidado los borregos y las cabras, los almendros, incluso de las hierbas aromáticas que aquí se daban muy bien y además cada vez somos menos y más viejos, nos dice con tristeza un vecino de Morata.
 
En la época de esplendor de la minería eran muchas las explotaciones en servicio con mayor o menor rendimiento; las principales, La Positiva y Vulcano, llegaron a tener su propio ferrocarril, creado para facilitar la salida del mineral al mar. La Compagnie d´Aguilas, arrendataria de la Sociedad Morata Valle y Cía, encarga el estudio para su construcción a la sociedad británica The Morata Railway Cº. Partiría de las inmediaciones del Cabezo del Bosque, junto al coto minero de La Positiva, en el Rincon de la Oliva, discurriendo sus 15 kilómetros por los márgenes de la rambla de Morata primero y por la de Pastrana después hasta la playa de Percheles donde estarían los embarcaderos. El proyecto se debió al ingeniero militar Ramón Domingo Arnau y Calderón.

Tras algunas vicisitudes en 1894 se formó en Londres la The Morata Railway and Iron Mines Cº, que se hizo cargo de la concesión, pero tuvo que abandonar la explotación debido a su baja rentabilidad. En julio de 1901 es transferido de nuevo, esta vez a la “Sociedad Minera y Ferrocarril de la Sierra de Almenara”, constituida en Bilbao y explotadora de la Mina Positiva, restituyendo el servicio el 15 de junio de 1903. Llego a transportar unas 15.000 Tm de mineral para Sota y Aznar, destinado a la recién construida factoría siderúrgica de Sagunto. Tras una serie de problemas en 1910 dejo de funcionar hasta finalizada la guerra europea. Le siguió periodos intermitentes de trabajo y semi abandonó con las locomotoras estacionadas en un pequeño deposito de la Cala del Muerto y los vagones en las vías de servicio de Parazuelos. Termino siendo desmantelado en 1943. Su longitud total fue de 14.660 metros y a pesar de concebirse con una anchura de 60 centímetros, termino construyéndose en vía métrica con carril de 16 kg/ml. En Pastrana estaban los talleres y sus estaciones eran las de Morata, Pastrana, Paracuellos y Cala del Muerto.
 
 
Vamos a comenzar nuestro recorrido en la coqueta paya de Puntas de Calnegre, más que nada para asegurarnos el avituallamiento a la vuelta, ¡nos priva el arroz y marisco! Tras los primeros esfuerzos para salir de la cala, nos dirigimos hacia el comienzo del trazado del viejo ferrocarril por una carreterilla asfaltada paralela a la playa de Parazuelos, dejando atrás la “Casa Colorá”, residencia de verano de la familia de Mathías Kutsh. Su hija Ángela estuvo casada con Julio Feo, que fue secretario general de la presidencia entre los años 1982 y 1987 con Felipe González. Esté y su familia pasaron los veranos del 81 y el 82 de vacaciones en esta residencia. Una vez presidente del gobierno no volvió más. Hoy es una residencia de alquiler.
 

 
Como mellados dientes de un viejo desdentado sobresalen de las aguas los hierros oxidados del antiguo embarcadero, una trinchera da acceso a los restos de un viejo muelle sobre la Cala del Muerto. Resisten algunos lienzos de los antiguos depósitos de mineral, como ferroviario intuyo lo que pudo ser la playa de vías y hasta donde estaría ubicado el pequeño deposito de tracción. Buscamos la antigua plataforma ferroviaria, será difícil de seguir, pero la rambla de Pastrana nos servirá de guía hasta que la sustituya la de Morata. Continuamos por la carretera en dirección Cañada de Gallego hasta que en una curva a derechas, casi en el collado, la sustituimos por un camino cubierto de maleza que sale por el exterior; es la antigua plataforma ferroviaria.
 
 
 
 
Ahora nuestros pasos nos conducen por el trazado hasta la rambla de Pastrana. Un mar de invernaderos domina el paisaje, blanco y ocre que el horizonte interrumpe con una calíma grisácea. Seguimos por un camino que bordea la rambla por su margen derecha, por aquí debía circular el viejo ferrocarril. Cruzamos la rambla y seguimos ahora su margen izquierda. El antiguo trazado ferroviario se separa del margen hacia el interior unos pocos metros, nosotros continuamos junto a la rambla. En las juntas con la de Los Tórtola, cauce arriba, se ven los restos de un viejo puente que el antiguo trazado aprovechaba para superarla. Si seguimos el cauce unos 4 kilómetros, en la rambla de Los Loberos, podremos ver un monumental algarrobo de más de 400 años catalogado como árbol singular de Lorca, el “garrobo del tío Nené”.
 
 
Polvo y sudor nos depara el camino en este valle árido y gris donde los cultivos de regadío, especialmente bajo plástico, se han adueñado del paisaje. Hay de todo, desde hortalizas a frutales pasando por parrales de uva de mesa; más plástico que espartales y casi más tractores que habitantes. A cada paso que damos la sierra de Almenara se va haciendo omnipresente, es un Parque Natural cobijo de la tortuga mora y del camachuelo trompetero que anida en primavera; territorio del búho real, de las águilas real y perdicera y del halcón peregrino. Casi por sorpresa, aparecen ante nosotros altivos y monumentales los tres pilares donde se sustentaban las vigas de madera que hacían salvar la rambla de Morata al oscilante convoy. Las duras embestidas de las avenidas han doblegado la resistencia del pilar central que a duras penas se sostiene en pie.
 
 
“Llámase esta torre de Morata, por haberlo sido de los famosos caballeros de este apellido, por donación de los reyes de Castilla en remuneración a sus méritos”. A sí describía el Padre Morote en 1741 la población de Morata, hoy pequeña población rural en la que lo más destacable es la ermita de San Juan Bautista. Su traza actual es de principios del siglo XX pero está documentada desde mediados del siglo XVIII y así nos lo cuenta el Padre Morote: “Por una rambla de este valle corren todo el año las aguas, que fertilizan muy buenos pedazos de tierra, que cultivan ochenta vecinos, que mantienen un capellán en una grande Hermita [sic] de la advocación de San Juan Bautista, cuyo sitio, en los veranos, hace delicioso una frondosa Alameda". Hoy, la “frondosa alameda” la han sustituido los toldos del bar-tienda de la asociación de vecinos que nosotros aprovechamos para refrescarnos con un par de litros y unos frutos secos. Estaban aquí las cuadras que albergaban las caballerías de servicio de las minas y hasta un hospital minero que prestó atención a toda la población de la zona hasta mediados de los años sesenta.
 
 
Siguiendo el antiguo trazado ferroviario que ahora discurre bajo la carretera que va de Morata a Lorca, al salir de la población, podemos ver por nuestra derecha el Cabezo del Cuco donde se encontraba el cargadero de la mina Vulcano, que mediante vagonetas tiradas por bestias y un cabrestante bajaban el mineral de hierro hasta el ferrocarril. Continua la plataforma ferroviaria por la izquierda trazando una amplia curva alrededor del cabezo que albergaba la principal mina del lugar; La Positiva y donde comenzaba la vía que llevaría el mineral de hierro hasta el mar. Intentamos el paso hacia el barranco de Viquejos pero los caminos desaparecen y el “empujing” bajo la chicharrera del medio día no nos apetecía nada. Regresamos sobre nuestros pasos hasta la llamada Cuesta de Morata que nos lleva en dirección al Pico del Talayón que alcanza una altura de 879 metros. El sol es el verdadero protagonista de esta subida, es un terreno seco pero abundante en vegetación que se adapta a la zona; cada mañana sorbe el rocío que el cercano Mediterráneo le proporciona. Reina el esparto en las zonas abiertas con sus enormes espigas doradas al viento; romero, tomillo y ajedrea lo acompañan. Coscojas, lentiscos y enebros forman un saludable sotobosque. En las zonas más húmedas espinos negros y acebuches y en las ramblas se dejan ver olmos y baladres junto al carrizo.
 
 
Por nuestra derecha el Rincón de la Oliva y los resto de la más famosa y productiva mina del lugar; La Positiva. Al frente, a menos de un kilómetro, divisaremos un portillo -paso estrecho excavado en la montaña-. Una vez superado, se abre ante nosotros un pequeño y bonito valle oculto por los cabezos que lo rodean, en una de sus laderas los restos del caserío minero de Viquejos y las zizagueantes motas empedradas de sus huertas, secas y abandonadas, que estuvo habitado hasta mediados de los sesenta. Debió tener un abundante manantial, pues dicen que tenía una “hermosa huerta y un bosquete de almeces” Hoy, solo el bronco ruido de un motor nos lo recuerda. Esa agua, después de regar las huertas y mover un pequeño molino, se encauzaba por la ladera opuesta, barranco de Ugéjar abajo hasta el lugar de Viquejicos, bajo la Peña del Águila. En este abandonando y casi inaccesible lugar, cuesta creer la existencia de un poderoso molino, con su balsa y poderoso cubo semicircular para alimentar el bocín. Aún se puede observar en su fabrica medio derruida y semi oculto por la maleza, el baso donde se encuentra su rodezno metálico y en el piso superior conserva la piedra inferior de la muela. Si nos detenemos un momento y observamos los cerros cercanos dejando volar la imaginación, veremos la hilera de bestias cargadas de mineral, asustadas y haciendo equilibrios para no despeñarse por los senderos que surcan las laderas, a su lado hombres rudos que con poderosos gritos las azuzan a continuar la marcha.
 
 
El paisaje apenas se abre mientras descendemos el barranco de Ugéjar, nos rodean altos farallones habitad del águila real. Junto al camino, una diminuta casa con lo que parece un improvisado establo, y a su lado una vieja y oxidada noria de sangre. El barranco se cierra y solo nos deja el pedregoso y cerrado cauce de la rambla para circular, lo que obliga a echar pie a tierra en numerosas ocasiones. Escondido tras la ladera izquierda del barranco, al otro lado del cauce, aparece la diputación lorquina de Ugéjar. Descendemos la rambla por una carretera paralela, en los cerros próximos continúan en pie algunos lienzos de la muralla, torreones derruidos y aljibes de lo que fue el castillo islámico del Estrecho, fortaleza que protegía a alquerías del valle de los ataques berberiscos. Pero el sitio estuvo habitado desde mucho antes como lo atestigua los restos neolíticos encontrados en el Cabezo Negro. El viento nos trae olor a mar y despierta en nosotros un apetito voraz. Nos lanzamos rambla de Ramonete a bajo, al arroz y marisco no hay que hacerlo esperar.
 
 
Mariano Vicente 26 de agosto de 2020
 
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sábado, 18 de julio de 2020

A Castillitos con los amigos de Elche



Este sábado he realizado una ruta de ese ciclismo sin prisa que a mi tanto me gusta. Nos juntamos en el Puerto de Mazarrón, donde me encuentro actualmente con mi madre, los amigos Javi, Fany, Patricia y Paulo de Elche, Fátima y Joaquín de Crevillente y como único representante murciano; un servidor. Comenzamos nuestro recorrido por la concurrida carretera que comunica el Puerto con el pueblo de Mazarrón, para pasado este último, tomar otra mucho más tranquila que juega al escondite con las estribaciones septentrionales de la sierra del Algarrobo. Bonito puerto de porcentajes aceptables, de paisaje tranquilo y solitario, donde solo algún que otro algarrobo se atreve a levantar su oscura silueta sobre el dominante esparto, este año de un verde provocador. El grupo se fue disgregando a lo largo del puerto. A la cabeza Joaquín y Fátima; cerrándolo, como ya os habréis imaginado; yo. La bajada se hizo rápida hasta la población de la Pinilla y a la sombra del campanario de su iglesia se hizo el primer reagrupamiento.



En dirección a las Palas, el vibrante carbono del grupo interpretaba una rápida y melódica sinfonía donde la única nota discordante era sordo y grabe rodar de mi vieja Connor con su cuadro de acero y sus cubiertas taqueadas para el ciclismo gravel. Como siempre ocurre en estos casos, el personal se va animando y se empieza a imprimir un ritmo que nos hace sufrir a los más veteranos, ritmo que mantuvimos hasta las Palas. Se tranquiliza el grupo hasta Tallante y camino de Perín, cada uno puso el ritmo que pudo. ¿Os imagináis a quien le costo más? Claro que una vez en la asociación de vecinos me resarcí del castigo. Hasta aquí se acercaron con el coche Enrique y su mujer para almorzar con nosotros. En el agradable patio del local, junto a su enorme piedra de molino, parece que el grupo encontró un momento de sosiego que nadie parecía querer romper, pero había que reanudar la marcha, el Cedacero y Castillitos nos esperaban impacientes.



Las primeras rampas del Cedacero me parecieron más suaves que otras veces, no sé si por la cerveza o porque el personal se lo tomó con calma. Paulo coronó primero y eso que el fiera había venido desde Torrevieja con la bici, y pretendía volver con ella después de hacer la ruta, intención que se le desmorono durante la comida, pero eso es una historia que os contaré más tarde. Bajamos a toda velocidad, en algún momento pude ver como en el viejo flightdech, un Shimano SC-6500 que después de tantos años sigue funcionando, marcaba los 80 Km/h.



Nos introdujimos en el bonito valle de Campillo de Adentro para iniciar la espectacular subida a Castillitos. Y no, no creáis que es por unos porcentajes imposibles, que son más bien modestos, sino por un paisaje verdaderamente espectacular. A un lado el bonito y recogido valle del Campillo, por el otro la agreste sierra de Cabo Tiñoso. La carretera sube poco a poco, para tras una curva, sorprenderte con la espectacular bahía de Cartagena; es casi imposible, en especial si es la primera vez que pasas, no detenerte junto a los viejos pretiles de piedra y contemplar todo el espectáculo que se abre a tus pies. En el horizonte, cerrando la vista por el este, la sierra de Fausilla y su icónico cabo del Agua, se adivinan Cabo Negrete y la colmatada bahía de Portman; más cerca la isla de Escombreas y la ensenada de Cartagena, la isla de las Palomas, el cabezo del Agua, que nos oculta un referente nudista en España, la playa del Portús. A nuestros pies, calas de nombres tan sugerentes como el Pozo de la Avispa, Salitrona o de la Mojarra.



Un poco más arriba nos golpea, esta vez por nuestra derecha, la impactante bahía de Mazarrón que cierra Punta Negra y da cobijo al Puerto de Mazarrón. A continuación el resto del golfo que cierra por el oeste por el Parque Natural de Cabo Cope-Puntas de Calnegre. Paulo, nuestro fiera particular, decide subir a “las antenas”. Le dejamos; cada loco con su tema. Ligero descenso y nueva subida para bordear el Cabezo del Atalayón que nos conducirá a las baterías de Castillitos que estuvieron activas desde su construcción en 1933 hasta 1994, año de su cierre. La idea era crear un anillo defensivo que junto a sus gemelas del monte de las Cenizas, protegieran a la base naval de Cartagena de cualquier ataque marítimo. Para ello se montaron unos gigantescos Vickers de 381 mm capaces de enviar proyectiles de casi una tonelada a 35 kilómetros de distancia, el primer disparo de guerra fue en 1937 contra la escuadra nacional. La batería, desde el lado de tierra, imita la arquitectura de un castillo medieval estando su parte principal excavada en la roca para impedir su visión desde el mar. Cada pieza cuenta con una sala de máquinas, almacenes de pólvora y munición y una cámara de carga bajo las piezas. Tras su abandono fue concienzudamente expoliada, y hoy, a pesar de su mal estado, parece que se están llevando acabo algunas labores para su conservación.



El personal estaba encantado con el lugar, en la época fotográfica del carrete hubieran acabado con un buen numero de ellos. Especialmente le encanto a las chicas, no había forma de sacarlas de allí, pero era hora de comer, nos esperaban y no podíamos hacerlos esperar. Bajamos de nuevo hasta Campillo de Adentro y en el local de su asociación de vecinos hicimos parada y fonda. ¡Que ricas las cervezas, frescas, frescas! Y la ensalada de salazones, y la de lechuga, que decir del embutido de la sierra de Maria, o los chipirones a la plancha rociados con su salsita de ajo y perejil. Había hambre o al menos buenas ganas de comer y continuamos con unas fuentes de pescado frito de la zona y no contentos pedimos unas de chuletas de cordero, se hizo tal hora que terminaron cerrando la cocina para poder echarnos de allí, aún así, resistimos como pudimos con unos trozos de tarta de zanahorias y unos asiáticos.



Para terminar la jornada, solo nos quedaba regresar al Puerto de Mazarrón, menos de 20 kilómetros con una solo tachuela, la de salida del valle del Campillo. En el Puerto nos despedimos, unos se fueron directamente hacia Elche, pero a otros aún las quedaban ganas de juerga y regresaron, esta vez en coche, hasta la Azhoía para sacar el biquini y darse un baño. Un día de compañerismo y amistad, de ciclismo sin compromisos; en pocas palabras, un día para disfrutar. Hasta la próxima amigos.



Mariano Vicente, 18 de julio de 2020

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miércoles, 15 de julio de 2020

Defensas de Mazarrón



Buenos días don Antonio, me alegro que haya venido usted a visitarme a estos mis dominios, que aunque provisionales, pienso mostrarle a usted si no tiene inconveniente. Quiero centrarme en esta ocasión en las defensas costeras de la bahía de Mazarrón, aunque no será lo único que veamos. Para comenzar tomaremos las bicicletas y por la carretera de Cartagena, la que va por el Cedacero, nos llegaremos a la Punta de la Azohía y podrá usted ver con sus propios ojos su famosa torre. Por el camino, aun a riesgo de hacerme pesado, le iré poniendo en antecedentes de la ajetreada historia de estos lugares.



Corrían las postrimerías del siglo XV, el poder islámico había sido expulsado de la península Ibérica, cosa que no les debió de sentar nada bien púes convirtieron a esta zona en un verdadero campo de batalla naval. Una y otra vez intentaron los musulmanes recuperar algunas de las plazas que la habían sido arrebatadas sin conseguirlo. La guerra trocó entonces en incursiones, saqueos y combates de baja intensidad, una depredación sistemática de personas y bienes en una franja que abarcaba toda la costa desde Valencia a Málaga. Esto provocó la despoblación del litoral, solo quedando en esta zona de la costa lorquina la población minera de Mazarrón, tal era la intensidad de la presión musulmana que a la franja de tierra comprendida entre Cartagena y Almería se le llamaba Berbería y no Castilla.

 

Durante el reinado de Felipe II, una vez sofocadas las revueltas moriscas, ya solo quedaba el enemigo exterior, se hacía necesario volver la vista al litoral y proceder a su fortificación. Para acometer este asunto se encargo en 1570 a los ingenieros italianos Juan Bautista Antonelli y Vespasiano Gonzaga su planificación y lo que tiene usted delante es la consecuencia.

-La verdad es que es una torre bonita, no muy grande, pero que domina muy bien la bahía.

Esta torre de Santa Elena era la primera al poniente de la ciudad de Cartagena, a unas tres leguas tanto por mar como por tierra. En aquellos tiempos, también como hoy, se llamaba de la Asudia, dominando la parte de levante de la ensenada llamada Almazarrón a una distancia de otra al poniente de una 8,735 varas castellanas que  como usted sabe equivale a tres pies castellanos, lo que hoy sería menos de un metro, aproximadamente unos 83 centímetros (0,835905m.) y justo en su mitad se dividían y lo sigue haciendo hoy día, las jurisdicciones de Cartagena y Mazarrón.



Como puede ver la torre está situada, y por seguir con la unidad de medida castellana que usted ya domina, a 79 varas de altura.

-Eso serán unos 65 o 66 metros sobre el nivel del mar si mis cálculos son exactos.

Lo son don Antonio, lo son. Como puede ver su planta es un hexágono y está construida en mampostería trabada con argamasa de cal. La puerta de entrada esta situada a cierta altura, donde termina el primer piso que como puede comprobar es taluzado, pero desconozco si esto representaba alguna mejora defensiva, en su interior se situaba el aljibe. Puede usted comprobar que la puerta está cerrada y por desgracia nos va a impedir su visita.

-Muy típico de un país donde la cultura no es la principal de sus prioridades.

Tendrá usted que fiarse de mi si le digo que el segundo y el tercer cuerpo están comunicados por una escalera de Caracol que lleva hasta la terraza. Estos dos cuerpos están abovedados y cumplían diversas funciones, las principales alojar a los soldados y la munición como usted comprenderá. En la terraza se montaban a barbeta un cañón de a 8, uno de a 4 y otro de a 3.

-Perdone mi ignorancia don Mariano, pero ha utilizado usted una palabra que no atino a discernir su significado: barbeta.

La barbeta es un parapeto de pequeña altura que las piezas tiran sobre él al descubierto y que por su baja altura no protege a los artilleros, supongo que hacerlo así daría facilidad para mover las piezas y probablemente un coste más reducido.



Si le parece a usted don Antonio vamos a regresar a Mazarrón y visitaremos su torre de la Cumbre, del Puerto, Vieja del Cargadero, de Santa Isabel o del Carmen que era su pareja. Ha reparado usted en que todas estas  defensas construidas en el litoral que nos ocupa adoptaron denominaciones religiosas, bien de Cristo, de vírgenes o de diversos santos.

-Probablemente buscaban con estas denominaciones su protección en esa larga guerra librada contra el islam.     



Pero antes, vamos a salirnos de la carretera, justo al final de la población de la Azohía, allí donde la carretera se aleja del mar, nosotros lo seguiremos por un camino a nuestra izquierda que nos llevará lamiendo la arena hasta Isla Plana. Allí podrá usted ver en un espacio muy reducido, los restos de una factoría de cerámica del siglo I y II d. C., otra de salazones, un balneario de finales del XIX y la ermita de Nuestra señora del Carmen.

-La verdad es que circular por la arena se hace algo complicado, pero desde este punto de la playa el conjunto del paseo, los baños de la Marrana y la ermita presentan un aspecto imponente. Pero cuénteme algo de lo que hemos venido a ver, que lleva usted un rato callado.



Ese edificio blanco de carácter religioso que usted ve en la parte más alta de la isla es la iglesia de Nuestra Señora del Carmen y he de reconocer que carezco de información de relevancia sobre ella. De lo que si le puedo hablar, aunque tampoco en profundidad es de los restos romanos que ve usted a su izquierda. Parece que corresponden a varias épocas e industrias, por un lado unos hornos de cerámica especializados en la construcción, tanto de utensilios culinarios como de ladrillos para la construcción. Se han encontrado al menos seis hornos de distintas épocas que abarcan desde el siglo I al II d. C. Por otro lado se han descubierto unas piletas quizá de época altoimperial dedicadas a la salazón de pescado.



Ese edificio tan curioso que usted ve entre el mar y la ermita son los Baños de la Marrana. No crea que son tan antiguos, son de últimos del siglo XIX y principios del XX, construidos  gracias  a  la  labor  de  un  médico  de Mazarrón llamado José Mª Vera García. Si la memoria no me falla se inauguraron al público el 2 de mayo de 1901. Como ve el edificio es de planta rectangular cubierto por una bóveda de cañón. Está cerrado para protegerlo del vandalismo pero hace años lo pude visitar cuando estaba dejado a su aire. Se entraba por la parte de tierra por dos escaleras, una a cada lado, que daban a la bañera comunal central, dedicándose ambos extremos a estancias individuales con bañeras y una pequeña sala para calderas. Unas galerías comunicaban posiblemente con los manantiales termales cercanos como el del Chimborazo, el Cura y el Sargento, hasta se habla de una noria para elevar el agua.         

-Sí, si todo eso esta muy bien y me ha proporcionado una idea bastante completa su estructura y la función que cumplía, pero hay una cosa que es de capital importancia y a la que usted no ha hecho mención; porqué de se llaman de la Marrana.



Tiene usted razón don Antonio, le contaré que hay una leyenda que se remonta a los siglos IX y X que ha dado origen al nombre. Un aldeano de la zona tenía una marrana aquejada de reuma, el pobre animal estaba tan afectado que apenas podía andar. El dueño estaba pensando en sacrificarla cuando un día, la marrana con mucho esfuerzo, se dejo caer hasta la playa revolcándose en la orilla justo en el lugar donde manaban aguas termales. Transcurrió el tiempo y la marrana tomo por costumbre bañarse en el mismo lugar de la playa, lo curioso del hecho es que el animal fue mejorando hasta quedar curado.

-Es posible que tenga usted razón, pero me parece que no cuadran las fechas, en el siglo IX y X erá época musulmana y lo de la cerda no casa mucho con el islam.



Es posible que tanga razón, pero es una cuestión que no nos atañe y la vamos a dejar pasar. Continuaremos don Antonio por la carretera hasta el Puerto de Mazarrón, que atravesaremos completo, quiero mostrarle un curioso local que se encuentra al final del puerto, el Museo Arqueológico y Factoría Romana de Salazones. En una época ya tardía de la antigüedad, allá por los siglo IV-V d. C. El Puerto de Mazarrón constituyó un importante centro económico vinculado a la actividad pesquera y su correspondiente manufactura de salazones. En el lugar donde esta ubicado el museo y una amplia extensión de la zona de poniente de la bahía debió destinarse a estas industrias. Las explotaciones derivadas del pescado debieron tener una importancia estratégica en la época romana pues se han encontrado a lo largo de toda la costa mediterránea, las principales; aquí, en Málaga y en Cadiz. En las piletas del museo se pondrían a macerar los pescados en salmuera, una muy buena forma de conservación y hasta es posible que se elaborara el Garum, esa famosa salsa de la antigüedad a base de vísceras de pescado, las de mayor calidad, solo al alcance de los poderosos. 



Don Antonio, si ha usted le parece bien podemos subir al faro que se encuentra sobre nuestras cabezas, es posible que en su lugar estuviera la que se conoció como torre de la Punta o de la Tesla, de San Alfonso, de San Elifonsso, de San Ildefonso o del Almasarrón. Estaba situada a 65 varas sobre el nivel del mar y como sus congéneres era de forma hexagonal, un solo vano y una pieza artillera de escaso calibre. Esta el momento nadie sabe que paso con ella, desapareció a mediados del siglo XIX sin dejar rastro. 



A un tiro de fusil, según los antiguos entre 606 y 723 varas de la playa, está la torre de la Cumbre, casi no nos costará trabajo llegar a ella púes está situada en un pequeño altozano. Como le he comentado antes, también tenía nombre religioso, de Santa Isabel se llamaba.  Vespasiano Gonzaga comunica a Felipe II el 3-8-1570 que a la torre del Puerto de Almazarrón, se le asignaron cuatro guardas y media culebrina y desde ella se veía: «Las dos partes del puerto y las salinas y el Bol de la Reyna y la Isla Mayor…”. Es posible que la función de esta torre fuera más bien de vigía, ya que es demasiado pequeña y frágil para albergar piezas de artillería, tiene planta circular y cuerpo troncocónico y en su interior dos cuerpos abovedados. Sin embargo, debió tener una gran importancia estratégica, púes controlaba las salinas reales y todo el puerto de levante, punto importante en aquella época donde se hacía el embarque de la manufactura del esparto, sal y almagra “...contribuye al Real Erario más de dos mil pesos al año además de utilizarse demás de tres mil fanegas de sal cada verano cuajadas del agua del mar en las llanuras, y así mismo de los  derechos de otros frutos y efectos que produce el País como son Barrilla, Sosa y Almagra…”. Hoy se encuentra cerrada y no es visitable.



Junto a la costa nos queda que ver la Torre de los Caballos en Bolnuevo. Un poco al interior, la del Molinete y el castillo de los Vélez, que se encuentran en el pueblo de Mazarrón. Para ver la primera solo tendremos que seguir la línea de costa hasta Bolnuevo, pero antes quisiera mostrarle, ya que nos queda de paso, la ermita de la Isla dedicada a Nuestra Señora de la Asunción y un curioso túnel horadado en la roca de la bahía, antigua entrada del agua de mar a las salinas del reino, único vestigio que queda hoy de esa importante industria que tuvo su apogeo en el siglo XX, pero que es posible que estuviera en funcionamiento desde época romana.



Don Antonio, esta rambla que ve es la rambla de las Moreras de luctuoso recuerdo. Como usted ya sabe, el 7 de septiembre de 1989 una incontenible riada desbordó la rambla y se llevó por delante el camping arrastrando a decenas de personas, vehículos, tiendas y caravanas. A pesar de todo, solo fallecieron dos personas, una anciana italiana, cuyo cadáver fue encontrado por unos pescadores y una enfermera cuyo cuerpo fue localizado 20 días más tarde, enterrado en el fango.

-La administración parece que no aprende nunca don Mariano. Hay tiene usted el camping a unos pocos metros de la rambla, se supone que las actuaciones realizadas serán suficientes para prevenir los efectos de futuras riadas. Hay una confianza generalizada en el papel de las infraestructuras de defensa y encauzamiento, en el mantenimiento expedito de cauces y sistemas de desagüe, que además las administraciones suelen presentarse como “soluciones definitivas”, propiciando una sensación de falsa seguridad; al menos es mi opinión, yo no estaría tan tranquilo.



Allí, justo enfrente del camping, por una calle en ligera subida llegaremos a la torre de los Caballos. Probablemente esta torre sustituyo a la propuesta por Antonelli y Gonzaga en el Castellar, se construyo como la mayoría por iniciativa municipal durante el reinado de Felipe II. Como puede ver se trata de una casa fuerte de planta cuadrada y lo que ahora es la ermita de la Purísima Concepción, debió ser el patio inmediato a la torre para almacenamiento de las artes de pesca y alojamiento de la caballería. 

Ya hemos terminado con las defensa de la costa propiamente dichas, ahora Don Antonio, si a usted le parece bien nos podemos acercar hasta Mazarrón y ver su castillo de los Vélez. He de hacerle constar que el tramo de carretera hasta el pueblo es de mucho tráfico, aunque dispone de suficiente arcén y tendremos que esforzarnos en la subida.



Toda la zona de Mazarrón se identificaba con el nombre de Susaña en época musulmana. Quedo despoblada durante la Reconquista y solo con la aparición de la minería del alumbre volvió a poblarse. Surgió un importante núcleo poblacional; Casas de los Alumbres de Almazarrón, dependiente del concejo de Lorca, de dicha jurisdicción se segregaría el año 1564 su sector oriental formando el nuevo municipio de Mazarrón. El marquesado de los Velez y el de Villena, señoríos que se instalan en la zona a partir de la segunda mitad del siglo XV cuando Enrique IV concede el privilegio de explotación de las minas de alumbre a ambos marquesados. En esa época se construye el castillo para dar protección a población que trabaja en las minas y albergar una pequeña guarnición encargada de defender la costa de los ataques berberiscos. 



El castillo, de planta irregular, ocupa una superficie de más de 3000 m², dividiéndose en dos zonas bien diferenciadas: la fortaleza propiamente dicha y el patio de armas. Sus muros tienen un metro de grosor y se apoyan directamente sobre la roca. Esta declarado Bien de Interés Cultural (16 de marzo de 2007). Como puede ver don Antonio, se encuentra muy deteriorado, apenas unos lienzos y no se puede visitar. Nos compensará en parte visitar el pueblo y las iglesias de San Antonio de Padua, junto al ayuntamiento, a los pies del castillo, mandada construir por el Marqués de Los Vélez en el siglo XVI para solaz espiritual de los mineros dependientes de él y la de San Andrés, en este caso la manda construir el Marqués de Villena, se supone que con el mismo fin, también en el siglo XVI. Del templo original se conserva la nave principal en el que destaca su bello artesonado tipo mudéjar. 



Don Antonio, un último esfuerzo para subir a la torre del Molinete y habremos terminado nuestro periplo por las defensas de la bahía de Mazarrón. Como puede ver esta situada a apenas 300 metros del castillo, sobre aquel cerro; del Molinete se llama, fue construida en tiempos de los Reyes Católicos para mejorar la deficiente visión que se tenía desde el castillo debido a su baja altura, como puede ver es de pequeña entidad y cuerpo cilíndrico, pero se tienen buenas vistas de los alrededores.

-Pequeña pero matona y bonita. Una pena, si me permite usted la expresión, que haya tanto “guarro”. Es inconcebible que en un lugar privilegiado como este, rodeado de un parque infantil, con un acceso bien acondicionado, lo hayan convertido unos irresponsables en su basurero particular ¡Tan difícil es llevarse botellas y latas una vez vaciás y recoger la caca de los perros! ¡País!



Ya solo nos queda volver a casa, le voy a proponer regresar por un camino paralelo a un ramblizo tributario de la rambla de las Moreras y que cogeremos junto a la rotonda de la cruz roja, después será la propia rambla la que nos guie y entre invernaderos llegaremos al Puerto sin nada de tráfico. 

Mariano Vicente, en el Puerto de Mazarrón a primeros de julio de 2020

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