sábado, 5 de diciembre de 2015

Tres días al sol (De Almería a Águilas en bicicleta) II

Jornada II (De San José a Carboneras)


Estoy en un hotel en el que las habitaciones dan a un patio, patio andaluz, con fuente y plantas. Mi habitación da a este patio por la parte de poniente y aun esta oscuro. La ventana del baño que da levante está perfectamente iluminada. Remoloneo un rato entre las sabanas. Me levanto, aseo y recojo para la nueva jornada. No lo he dicho pero la bici ha dormido conmigo, la había dejado en el patio, no era probable que nadie la tocara, la miraba a través de la puerta de cristal, me dio pena y la metí dentro, había sitio de sobra.



Abandono el pueblo en dirección norte para tomar una pista que en subida se va al este. Pronto se deteriora y hay que echar pie a tierra, se hace penosa. Arrastro la bici por un pedregal de pendientes imposibles, solo te compensa las magnificas vistas de San José y la sierra de Gata. Bajo la Torre de Los Frailes; el collado; al otro; lado el mar, y el mismo pedregal de la subida. Merece la pena detenerse un rato y disfrutar de las vistas que se nos ofrecen y para los que lo necesitamos, recuperar el aliento. Yo estos caminos colgados de los acantilados los disfruto y sufro a un tiempo por el dichoso vértigo que me impide mirar hacia el vacío. Timorato, solo miro al camino o a la pared de mi lado. A veces me sublevo dejo la bici y con mucho esfuerzo me asomo al abismo. Una flojera me recorre casi de inmediato de los pies al estómago y de allí salta directamente a la cabeza. Si estoy solo, hay veces que logro dominarla, pero si estoy acompañado y alguien hace el más mínimo movimiento ¡hay entonces! el vértigo me domina, anula mi voluntad y soy incapaz de moverme. Que mal lo paso. Hoy voy solo y puedo "disfrutar" del peligro y del paisaje.



La costa se aleja hacia el noreste, jalonada de puntas y ensenadas hasta perderse de vista. Tierra áspera, árida, de cabezos pelados, la única humedad parece provenir del mar, salada y escasa a la que la vegetación se adapta y mimetiza. Plantas ralas, humildes, casi sin hojas, hasta las flores son pequeñas, diminutas, acostumbradas a vivir con lo justo. La pista mejora poco a poco, especialmente a partir del viejo cuartel abandonado de la Guardia Civil. Las vistas hasta mejoran si es que esto es posible; el mar, sin viento, está totalmente en calma, de un azul profundo; en las orillas, un verde transparente deja ver las rocas como a través de un cristal. Rocas negras, puntiagudas como agujas, rompen la tersura de las aguas, se introducen en el mar como los dedos de una mano. Al fondo los acantilados blancos de Las Amatistas.



Bajamos, se suceden las calas una tras otra casi sin solución de continuidad. Se ensancha el paisaje y ya al nivel del mar nos encontramos con el castillo de San Felipe; salimos a la carretera, pasamos la Isleta del Moro y seguimos hasta Rodalquilar. Intento frustrado de visitar el centro de información, pero está abierto el jardín botánico; visita relámpago y a la carretera. Desisto de entrar en Las Negras y me dirijo a Las Hortichuelas; la Baja y la Alta, nosotros respetuosos, pasamos por el centro. Al llegar a la segunda me detengo frente a tres grandes pinos; centenares de pájaros, de un color gris, mantienen una cacofonía increíble, en algún momento me descubren y huyen en desbandada. Cuando he avanzado solo unos metros, regresan de nuevo. Comienzo la subida al alto de Bornos. ¡Joder con la subidita! El sol, este sol de invierno, “pica” casi como en verano. Se ha dejado notar ¡y bien! Subida de fuerte porcentaje y orientada al sur en la que hemos tenido que sufrir para superarla.



Descenso cómodo hasta Fernán Pérez, que a simple vista me parece un pueblo triste y poco atractivo y además la carretera de Agua Amarga sale casi a la entrada. El paisaje se abre, al fondo brilla el plástico de los invernaderos. La carreterilla de Agua Amarga pica algo hacia abajo en un paisaje de puro desierto, solo sobrevive el esparto y alguna plata rastrera. En la rambla de suceden las ruinas de viejos pozos hoy inútiles; alguna casa aislada. Un grupo de arboles señala la presencia de Agua Amarga. Tengo hambre, mejor paro a comer. Busco un bar, solo hay uno abierto "Bar La Hoya - Especialidad en Pescado Fresco del día y Paellas".
Me siento en la terraza.

- Buenas, para comer algo
- Tenemos cazón muy bueno
- Me vale ya hace tiempo que no le pruebo, con un poco de ensalada, por favor

Mientras espero, recibo la visita de un par de gatos, se sientan a mi lado y me miran con ojos tiernos ¡y eso que aún no me han traído el pescado!
El cazón está muy bueno, solo frito con un poco de harina y acompañado con algo de lechuga. Exquisito. Para bajar la comida nada como una buena cuesta y si se nos queda corta; dos. Subimos así hasta la Mesa de Roldan, con faro y torre vigía. Desgraciadamente, esta última está cerrada con unas vallas por obras; no se ve a nadie, después del esfuerzo para subir me sabe mal no acercarme hasta la torre, me arriesgo y subo. Justo en el momento de hacer la foto un señor me hecha de allí con cajas destempladas. Me dejo caer hasta Carboneras. Fin de la jornada.



Mariano Vicente, 1 de diciembre de 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por visitar este blog. Si le apetece puede dejarme su comentario.